Continuación de Star Wars: Episode VII - The Force Awakens (15). La Primera Orden tiene contra las cuerdas a la Resistencia, liderada por Leia Organa. El piloto Poe Dameron lidera una misión para destruir un acorazado de la Primera Orden. Mientras tanto, Rey tendrá que definir su futuro y y Luke reevaluar el significado de su vida.
A fecha de hoy, tras tantas películas de la saga y con tal cantidad de temas musicales escritos para ella es imaginable el llegar a un estancamiento, a un punto donde no poder aportar nada nuevo para no colapsar y saturar o porque no hay nada más que contar. Es imaginable, pero con John Williams sencillamente no sucede, pues esta entrega viene a funcionar a modo de una gran ciclogénesis explosiva, donde se acumulan casi todos los temas centrales preexistentes para formar conjuntamente una gran obra magna, que en algunos aspectos lleva a un punto álgido lo hecho en toda la saga.
Este punto álgido lo es especialmente en lo que se refiere al espléndido uso de tantos temas centrales que no son aplicados solo como cita (aunque también) sino para la narración. Es, así, una banda sonora muy elaborada, de alta precisión y exactitud, y que al contar con la ventaja de operar con temas musicales cuyo significado es conocido, hace mucho más fácil que aquello que explique el espectador lo entienda. Y de este modo, porque no hay grandes músicas nuevas, se puede entretejer un relato que complementa y muy bien al del resto de la película, pues aporta muchos matices dramáticos que solo se entienden desde lo que indica en la música.
Williams opera con muchos temas y sus correspondientes motivos. Alguno de ellos nuevo, como el de Rose Tico, que aquí presenta de modo germinal, pero es más destacable el uso que hace del tema de la resistencia, frecuentemete usado y que aporta la parte más enfática y dinámica. También destacables son las músicas de Leia y de Luke Skywalker, cuyos matices dramáticos dan calidez a los personajes, con un tono sentimentalmente crepuscular, bondadoso y cercano, lo que ya sucedía en el anterior filme, donde las músicas funcionaban a modo de mirada al pasado, de gente ya no joven y vital sino hábilmente envejecida musicalmente, pero con ternura y serenidad. Un elegante y enormemente digno ocaso.
Frente a la madurez de Leia y Luke, sucede algo espléndido con las músicas de los jóvenes Rey y Kylo Ren, y es que ambas se confrontan -como sus personajes- estableciendo una pugna a modo cercano de tema/contratema pero con resultados bien diferentes: mientras a Rey su música la fortalece, a Kylo Ren la suya le hace más vulnerable. El tema de Rey ya fue presentado en su plenitud en el episodio VII y aquí se emplea entre otras razones para darle impulso al personaje allá donde está en mayores dificultades, aunque también hay momentos donde se emplea dramáticamente; Kylo Ren, por el contrario, está en aparente situación de ventaja, pero su música acaba por jugar en su contra. Esta diferencia de efecto e impacto constituye el epicentro dramático musical en esta entrega, y todo lo demás -siendo importante- pasa a segundo plano.
Rey se vigoriza con su música y Kylo Ren queda más desamparado con la suya. Esto es así, en el caso de Rey, porque su tema, tan empático y atractivo, no es tanto un tema emocional de sentimientos sino de determinaciones y de actitudes, y cuando en el episodio anterior fue llevado al clímax se convirtió casi en un himno, y eso es lo que aún se vincula a Rey: fuerza.
Sobre el tema de Kylo Ren, habíamos comentado en la reseña del episodio VII que:
Es un personaje inseguro, atormentado, con poderes en sus manos y muchas debilidades en su alma. No es Darth Vader y tampoco tiene un tema musical que lo refuerce y le dote de poder. Bien al contrario, se le asigna un tema pero solo para hacer evidente que no va a poder disponer (aún) de él, lo que lo deja en una situación más lamentable y vulnerable: privado de un tema musical, no inspira terror ni siquiera un aura que le signifique mínimamente: no es Dath Vader. Esta información de su fragilidad le llega al espectador precisamente en las ausencias de ese tema apuntado pero no asignado, y lo convierte en un personaje cercano a lo peripatético.
Ahora y aquí, Kylo Ren tiene para sí más parte de ese tema que allá se le resistía... pero no acaba de hacerse con él, ni logra envolverse en él, como sí lograba Darth Vader, cuyo tema musical era su propio aura de terror y poder. En Kylo Ren es un quiero y no puedo, un constante pretender imponerse en la forma de poder y amenaza pero con un tema que se le escapa, que no acaba de desarrollarse, de tomar cuerpo y forma, con el que no puede revestirse, porque sigue en fase germinal, aunque esté más avanzado que en el anterior episodio. Kylo Ren aún no dispone de tema musical que pueda controlar: de hecho, mientras Rey sí controla su música, él sigue sin poder controlar la suya. Rey y Kylo Ren se enfrentan entre sí con similares poderes Jedi, con parecida destreza en el manejo de la espada láser. Pero él no domina la espada láser musical que Williams ha creado para él, y con ello sigue siendo el personaje frágil, inseguro, casi shakespiriano, que busca poder ser como los demás, y que no lo será mientras no pueda hacer de su música una extensión de sí mismo, como los demás personajes. Es una manera espectacular de crear narración y personaje.