Segunda temporada de Stranger Things (16), que arranca un año después. Extraños fenómenos indican que algo tenebroso sigue acechando...
Esta segunda temporada mantiene en lo argumental el nivel de la anterior, con un giro más siniestro, oscuro y terrorífico, que arranca con fuerza aproximadamente a partir de la mitad, en el cuarto o quinto capítulo. Pero la música es un paso atrás con respecto a la primera temporada, donde había una gran solidez y equilibrio en sus diferentes tonos (nostalgia, aventura, misterio, etc). Aquí, por ejemplo, el empleo del tema principal original es absolutamente errático, aparece de vez en cuando simplemente para recordar su existencia, pero sin significación. Las músicas que se aplican para evocar los años ochenta tampoco aportan la magia que en la primera temporada, están muy despiezadas y les falta unidad. Finalmente, la pobreza musical en lo que respecta al misterio y al terror -piezas sueltas, sin cohesión, que son más ambientales que expresivas y que están muy por debajo de la fuerza del relato- acaba por derrumbar el conjunto de la banda sonora. La serie merecía no solo un mejor tratamiento musical sino también mejor música.