Tras un fuerte golpe en la cabeza, Santa Claus se despierta creyendo que es SuperKlaus, el superhéroe de una popular saga de películas. Esto desata el caos en el Polo Norte y Fafnir, un avaricioso fabricante de juguetes, aprovecha la situación para tomar el control del taller de Santa. Sólo Billie, una niña astuta y valiente, su robot C.A.R.L. y el elfo Leo podrán desbaratar sus malvados planes y salvar la Navidad antes de que sea demasiado tarde.
El compositor firma una extensa y variada creación de género con un notable y retentivo tema principal para el protagonista, temas centrales para algunos de los personajes, con destacado contratema para el villano, y músicas diversas para las acciones y ambientes, también navideños. Sin embargo, y como sucede en tantas otras ocasiones, aparentemente la película se ha hecho sin pensar en la música, que llegando en último momento apenas encuentra su lugar ni espacio para elevarse, significarse y sobre todo desarrollarse, quedándose en la mayor parte del filme en una posición de soporte secundario. Útil, pero insuficiente, condenando a temas musicales (como el principal) a aparecer solo porque deben aparecer, sin aportar mucho más que la cita y quedando prácticamente invisibilizados por sonidos y diálogos. Solo en algunas escenas la música sí es posicionada en el frente, pero son secuencias secundarias con músicas también secundarias. A ello se le suma la inserción de dos canciones comerciales, no del compositor, absolutamente mundanas que rompen la unidad de criterio estilístico y la fluidez de la música original. Es en la parte final del filme cuando, por fin, puede ser elevado el brillante tema principal que, habiendo estado prácticamente desaparecido por semioculto durante el metraje, llega tarde a una fiesta donde la música no ha sido una de las principales invitadas y, no estando claramente a la vista, ha acabado por no ser necesitada y, con ello, se pierde muchísima emoción y propulsión. Los malos montajes y mezclas dañan las mejores propuestas.