Tres científicos son arrastrados en un viaje en el tiempo a la época en que los dinosaurios dominaban la Tierra.
Muy lejos de la grandilocuencia y epicidad con la que John Williams impregnó Jurassic Park (93), Michael Giacchino se sumerge en la espesura y los riesgos del Mesozoico con una partitura densa, compleja, absolutamente agobiante y hostil, donde apenas hay otra concesión a lo melódico que la de servir a algunos rasgos humorísticos y cínicos, que buscan y logran ridiculizar la especie humana frente al poder salvaje de las gigantescas bestias. Se trata de una partitura que no ha sido hecha para gustar, sino para funcionar, para hacer sentir al espectador la incomodidad e inseguridad de que, ellos también, pisan un terreno altamente peligroso. Porque la música no ha sido escrita para aliviar o complacer, sino precisamente todo lo contrario: para desear salir de ese lugar cuanto antes.