En la China medieval dos bandas que rivalizan por la posesión de una espada mágica se enfrentan entre sí.
La belleza estética, el dulce argumento y el cuidado sentido poético del filme encuentra en la música uno de sus principales refuerzos. El compositor ha combinado de manera elegante lo tradicional chino con el lenguaje sinfónico occidental, destacando un tema ejecutado con cello, a cargo del violoncelista Yo-Yo Ma.
En toda la partitura, se transmite una sensación de eterna calma, idónea tanto para la historia de amor como para resaltar la grandeza paisajística, pero que es más útil cuando sirve al propósito de expresar el anhelo de paz y sosiego de los personajes.
En las secuencias de combate mantiene ese propósito: las rítmicas percusiones, integradas en la coreografía a mado de ballet, desdramatizan las peleas y contribuyen a hacerlas más bucólicas, lo que supone una definición muy precisa del estilo de esta radiante película. La integración de la música en las imágenes es perfecta, pero la concesión comercial en forma de canción ligera insertada en los créditos finales quiebra la unidad del conjunto.