Historia basada en hechos reales sobre la llegada de los fundamentalistas islámicos a la ciudad maliense de Tombuctú, sometiendo a sus habitantes.
Esta magnífica película expone con poética la intolerante imposición de los intolerantes, yihadistas que avasallan una tranquila comunidad de musulmanes, que prohíben la lectura de determinados libros (que ellos leen), castigan el jugar al fútbol (ellos hablan de fútbol), prohíben fumar (ellos lo hacen a escondidas) y prohíben tajantemente la música. Algunos se rebelan pacíficamente (la bellísima escena de los niños jugando al fútbol con una pelota imaginaria) y otros desobedecen y en la oscuridad de la noche comparten música. Y la música, en este hermoso filme, es compromiso y rebeldía. El director (a través del compositor) la incluye no solo en diégesis sino en la forma incidental, para explicar que la música es, realmente, libertad, aire, tolerancia, vida. Unos jóvenes se reúnen en la noche para cantar juntos Timbuktu Fasso, pero son descubiertos y severísimamente castigados por ello. La música de esa canción se convertirá en un homenaje a las víctimas, cuando se traslada a la forma incidental en el filme. Y junto a ella, más música, elegante, sentida y emotiva música, que arropa a las víctimas, las respeta, y las compadece pero sin paternalismo ni melodramatismo y que viene a recordar que música no puede ser atravesada con balas ni azotada con varas ni lapidada ni separada de su familia. La música gana y es una esperanza de libertad.
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