Un policía regresa a su pueblo de origen y comprueba que todo ha cambiado: el tradicional contrabando de tabaco ha sido sustituido por el narcotráfico, bajo el control del cacique local, cuyo lugarteniente ha tenido un hijo con su novia de juventud. Los vigilará, pero deberá compatibilizar su deber con sus viejos sentimientos.
El compositor aplica una partitura seria, elaborada y con cuidado detalle en su equilibrio entre lo que corresponde a la acción y aquello que se refiere a la emoción. No lo hace dividiendo su temario en uno u otro territorio, sino fusionándolo, de tal manera que la suya es una creación que, a través de su tema principal y con otros temas de apoyo, sabe aunar el movimiento hacia delante que supone la música aplicada para aportar un cierto frenesí y, a la vez, inserta en el mismo elementos dramáticos de contenida melancolía que explican las razones que mueven hacia atrás al protagonista, en clara evocación hacia un pasado que le persigue, le condiciona y le duele. La música, por tanto, acaba por ser más explicativa y el motor que impulsa al personaje, más allá de la mera recreación de los contextos, que también tienen su consideración musical, aunque de modo menos importante.