Cinco personas que no se conocen quedan atrapadas en un ascensor de un gran edificio de oficinas. Pronto comienzan a suceder cosas extrañas y, poco a poco, se dan cuenta de que uno de ellos es el mismísimo Satanás. ¿Pero quién?
El compositor aplica una partitura de género en la que su principal pretensión y logro es quitar oxígeno al ya de por sí cerrado y claustrofóbico entorno en el que se desarrolla la acción. Un tema inicial poderoso y contundente, pero también sugerente, abre ese camino hacia el infierno que se desarrolla de modo sobrio pero eficiente, de modo que la música va desgastándose progresivamente y, con ello, ahoga a los sufridos personajes. En algunos momentos la partitura retoma aliento pero lo hace para volver a atacar, de modo inmisericorde. Y cuando llega el momento de la liberación y la resolución del conflicto, la música (ahora no hostil) recupera algo de oxigeno, pero de una manera ya agotada.