En el siglo XVIII, una princesa pretende restaurar en el trono a su legítimo propietario, un joven príncipe de quien se enamora.
El compositor parte de música de época y le da un tono contemporáneo en su instrumentación, con melodías barrocas, guitarras eléctricas y sintetizadores, entre otras peculiares mezclas que realiza. En su resultado busca ambientar el filme en su contexto histórico, pero también satirizar algunos de sus momentos con un cariz cómico-burlesco algo tópico, así como cierto romanticismo.