Las tormentosas relaciones entre un hombre maduro y una joven mujer que se encuentran casualmente visitando un piso en alquiler y se convierten en fogosos amantes sin saber siquiera cuáles son sus respectivos nombres.
Uno de los elementos que en su momento contribuyeron a mitificar esta película, además de la escena de la mantequilla y de los viajes a Perpiñán, fue la música, integrada tanto por un jazz cálido liderado por el saxo tenor como por un tango que, en cierta manera, justifica el título del filme. El compositor va más lejos de la mera ambientación y logra que su creación sea la cristalina expresión de una obsesión llevada a sus últimas consecuencias. El título y la secuencia final de la película justifican la presencia de un tango como estilo principal de la partitura, en forma de diversos temas. También se hace uso del jazz, de temas latinos y melodías románticas.