Un fotógrafo y ornitólogo en horas bajas trata de relanzar su carrera y arrastra a su familia a la selva amazónica en busca del urubú albino, un extraño pájaro del que no existe registro en libertad. Pero ese viaje será hacia un infierno.
Este filme tributa al clásico de Narciso Ibáñez Serrador -padre del director- Quién puede matar a un niño? (76), y la música de Waldo De los Ríos tiene su espacio en una referencia musical que marca un punto de inflexión y de giro dramático. En lo que concierne a la música original, esta es una banda sonora que se dispone como el camino hacia el infierno por el que transitan personajes y espectadores. Arranca con un tema enfático, que genera expectación de gran aventura, y luego interviene el tema principal, compartido por toda la familia. Este tema, brillante, expone la ilusión imprudente del protagonista y el halo de tristeza que envuelve su matrimonio, y a lo largo del filme se irá transformando hasta volverse en su contra especialmente en el territorio del terror y, ya en créditos finales, trascender por completo y cambiar de significado en el modo de un gran réquiem operístico, con soprano, que es a a vez bello y crepuscular.