Cuando unos jóvenes españoles llegan a Venecia para festejar una despedida de soltera se topan con una organización secreta que busca exterminar de la ciudad la plaga de turistas.
Que Roque Baños es un compositor con extraordinarias aportaciones al cine en general y al de De la Iglesia en particular está tan acreditado que no hace falta ni mencionarlo. Pero el talento en la música de cine, por grande que sea, de poco sirve si esta queda descolocada y desubicada, si intenta integrarse en el resto de la película pero por diferentes razones no solo no lo logra sino que, además, la perjudica todavía más.
El principal problema de esta música es que es demasiado buena, refinada, sofisticada e inteligente para lo que es realmente esta película. No estamos ante el típico caso de una buena banda sonora en una mala película, porque en esos supuestos a pesar de la divergencia las bandas sonoras siguen siendo buenas si han cumplido su función, lo que se esperaba de ellas. El problema, en esas coyunturas, está en otras parcelas del filme: malas actuaciones, mala dirección, mal guion, lo que sea. Y entonces, como decía Adolph Deutsch, sí es aplicable lo de un compositor de cine es como el empleado de una funeraria: no puede resucitar a un muerto, pero se espera de él que lo haga más presentable.
No entra en eso. La de Veneciafrenia es una mala banda sonora hecha con estupenda música porque, sencillamente, no funciona en la película e, incluso, la empeora. La película no logra empatía alguna por sus personajes: los turistas no despiertan interés, da igual si los matan y sobre todo cómo los matan. No funciona como terror giallo/slasher (no se genera temor alguno por su mala suerte) ni como comedia giallo/slasher (no se generan ganas de verlos morir), y salvo la primera muerte -de un personaje que no está en el grupo protagonista- los asesinatos se suceden con monotonía. Tampoco mejora la presentación del grupo secreto que se organiza para eliminarlos, son demasiado básicos y esquemáticos.
En estas circunstancias, si Baños hubiera creado una música vulgar, sucia, gamberra, probablemente hubiera funcionado mucho mejor, por situarse más cerca de la escasa altura de los personajes, de cualquiera de los dos bandos. No hablo de hacer mala música, sino música vulgar, sucia, gamberra muy buena, que no es lo mismo. Pero en cambio, ha escrito exquisita música (espléndido tema principal, bien desarrollado además) que respondería mejor en la tensión veneciana de Don't Look Now (73) de Roeg/Donaggio, que no en esta película que naufraga en casi todos los canales por los que discurre. Es la música que busca generar cadáveres exquisitos pero que acaba resultando completamente fuera de tono. Funcionaría algo mejor si fuera personaje representando a Venecia, la ciudad, pero no es lo que pasa. Solo una escena, también desaprovechadísima por su brevedad y la corta (en tiempo, también) aportación del compositor habría salvado en parte los muebles: una relacionada con un titiritero y que, solo en forma de flash seguramente no buscado, trae a escena el Alex North de Shanks (74). Podía haber sido un momentazo divertidamente macabro, pero también ahí se ha ahogado en las aguas de Venecia.