Un niño que vive con su abuela aprovecha el verano para buscar a su madre, a la que no conoce. Le acompaña en su aventura un amigo de su abuela.
El compositor escribió para este filme una partitura hábil pero algo tramposa, que explotó al máximo el componente emotivo de su belleza melódica. La base occidental de su música, aderezada mediante la incorporación de instrumentos nipones, le dio el toque exótico necesario para conquistar al público mayoritario al que iba destinado el filme.
Para redondear su estrategia, dio un uso ilimitado a su hermoso tema principal, repetido hasta un nivel casi indecente a lo largo del metraje, con la intención de mantener en todo momento la ambientación idílica, algo que hubiera logrado con mucha más efectividad si hubiera reducido su abusivo empleo. Por desgracia no fue así y perdió la oportunidad de convertirla en una obra redonda.