Una joven no consigue entender el mundo en el que vive. Intentando encontrarle un sentido a la vida, llega a un misterioso lugar en el que emprenderá una gran aventura: se trata de un universo paralelo, oscuro y fantástico, donde la vida y la muerte penden de un hilo.
Arriesgada pero bien resuelta partitura que el compositor aplica no para la aclaración sino para la confusión, y no para poner orden sino caos. Es una pretensión obvia y útil en tanto se sincroniza con la búsqueda de la protagonista, y extiende en su diversidad un manto musical de incocrección. Hay música para el ambiente y música para la emoción de la protagonista; hay música para lo íntimo y también para lo enfático. Y hay una controlada anarquía, en una mezcolanza que fusiona lo clásico con lo post-moderno (aunque esto no lo sea tanto), e incluso un tono pseudo-místico.
En este sentido, el guión musical del compositor sigue las pautas narrativas y se sincroniza con el literario, sin pretender avanzar nada pero sí profundizar o magnificar determinados momentos, escenarios y sensaciones. Muchas músicas se presentan y luego desaparecen, dejadas atrás en el viaje de la protagonista. Con ella, sin embargo, sí se desplaza un tema musical que en sus primeras fases y etapas queda un tanto diluido por la presencia de las otras músicas pero que al final, con las respuestas logradas, se expande y se resuelve.