Usuario: Mikel C.G Siw
Fecha de publicación: 20.03.2019
La vida es bella, o al menos debería serlo. Porque cuando pienso en el daño que nos hemos hecho los unos a los otros no salgo de mi asombro. Con todas las cosas buenas que hay en este mundo, me resulta incomprensible que algunos se dediquen a destruirlo. Y es por ello que a veces, en mis horas nebulosas y a solas con Dios, me sobrecojo ante la enigmática presencia del mal. Además, por contraste con la radiante belleza que nos rodea, los crímenes resultan aún más hirientes. Porque si viviéramos en una mugrienta caverna infestada de cucarachas gigantes, quizás la maldad no impactaría tanto; pues (al fin y al cabo) si sólo hubiese oscuridad no habría expectación por conocer la luz. Por fortuna, ese no es el caso, y es que éste es un mundo sublime y de una luminosidad inabarcable. Aunque, y precisamente por eso, el mal duele de forma más intensa. Por contraste, como ya he apuntado. Esa es, al menos, mi impresión. Claro que los villanos no estarán de acuerdo. A fin de cuentas, para ellos sólo hay demencia y tortura. Seres viles, estériles en cuanto a su incapacidad para sentir el más mínimo afecto por el bien y la bondad.
Es la naturaleza del universo; una pugna entre luces y tinieblas que ha existido desde el origen mismo de la vida, y cuyo significado es un misterio absoluto. En esta joya del cine llamada "La vida es bella" asistimos (aunque sea a pequeña escala) a esa lucha entre el bien y el mal, el primero encarnado por el entrañable Guido, y el segundo por esos perversos sin entrañas llamados nazis. Dada su condición de fábula, el film adopta un tono optimista y se aleja del desgarro realista de películas como "La lista de Schindler" o "El pianista". Aquí las sensaciones las vivimos a través de Guido, su mujer y su hijo. La historia de esta familia es un homenaje al mundo y a la eterna poesía que lo envuelve. Pues cada acto de los protagonistas (hablo de los buenos) es como una declaración de amor, un tributo a todo lo que nos pertenece como hijos del cielo azul que somos. "La vida es bella" es una película que provoca admiración, con la que se ríe y se llora, provista de un encanto al que sólo pueden aspirar las grandes de verdad.
Respecto a la música de Piovani, creo que cualquier elogio se le queda corto. Es una banda sonora fascinante y muy hermosa, el tipo de música que jamás se olvida y que es conveniente escuchar de vez en cuando para conservar la serenidad. Durante el film, me gusta particularmente el modo en que parece anticiparse a los movimientos (algo en lo que Herrmann era todo un maestro), suscitando así una atracción que engancha y sabe mantener la tensión. Este es un soundtrack imprescindible para seguir creyendo en el ser humano. Un recital lírico repleto de metáforas y significados.