Un anciano debe mudarse a la casa de su hijo tras el aparente suicidio de su mujer. Al instalarse, comienzan a suceder cosas incomprensibles.
Todo el sentido de esta banda sonora está en el final de la película y es conociendo ese final cuando se comprende el sentido de la banda sonora desde su primera aparición. La música -las músicas- del compositor son descargas eléctricas, son emulsiones tóxicas, son gases sedantes que anulan la posibilidad de reacción de los personajes que la inhalan y, en parte, también de la audiencia, a la que la música -las músicas- les anula su capacidad de comprensión. Pero sobre todo y ante todo las músicas abren el camino a seguir y este lleva perversamente hacia ese final. En ese camino no hay definición sino indefinición, no hay explicación sino deliberada confusión, no hay respuestas sino dudas. Lo único que hay son músicas abrasivas, hirientes y cortantes, que pronto se adivinan externas y no internas de los personajes, hechas desde la precisión de los instrumentos reales que aportan refinamiento cruel y sobre todo poderoso. Es una música malvada e inteligente.