Cuatro mujeres no tienen nada en común excepto una deuda heredada por las actividades criminales de sus difuntos maridos. Deciden tomar las riendas de su destino y conspiran para forjarse un futuro con sus propias reglas.
Esta no es una película que necesite mucho de la música ni para explicarse ni para dinamizarse, y de hecho hace uso de ella como soporte circunstancial y puntual, para el énfasis de las acciones y del ritmo. La música electrónica aporta cierto contrapunto de sofisticación a personajes que, no siéndolo, deben hacer uso de la maquinación y la estrategia, y en este punto (que funciona por contraste) es donde más acertada es la labor de Zimmer. El problema es cuando esto se lleva al territorio del drama, de lo real, donde las mujeres y sus emociones se exponen tal y como son, y entonces aquí la música es apática e incluso banal, que aporta poco. Por esta falta de contraste la banda sonora acaba por ser plana y monótona.