Un kinkajú dotado de talento para la música busca la forma de viajar desde La Habana hasta Miami para entregarle una canción al antiguo amor de su dueño.
Este filme combina canciones y música instrumental de dos autores y, en contra de lo que debería suceder en el género del musical animado, hay cierto desequilibrio en favor de las primeras, que son de Linn-Manuel Miranda. Miranda crea tres tipos de canciones: latinas, sentimentales y modernas. Las dos primeras son estimables aunque algo convencionales, y la más importante de ellas -la que justifica el viaje que emprenden los protagonistas para dársela a la cantante, resulta algo decepcionante. Por el contrario, los temas modernos (vinculados a la niña) son comerciales y por diferentes al resto destacan algo más, en particular el final. Respecto a la música incidental de Lacamoire, se limita a cumplir con lo que se espera de ella, enfatizando las acciones y abarcando la comedia y lo emocional de modo ortodoxo y muy competente, pero sin ningún momento destacable.