Dos jóvenes abandonan Dakar para emprender camino a Europa. Su odisea les llevará a través de los peligros del desierto, los horrores de los centros de detención y los peligros del mar.
En su nueva película, Matteo Garrone vuelve a abordar la temática de un mundo de violencia y deshumanización extrema en el que alguien -en este caso dos adolescentes- intenta alcanzar sueños y esperanzas que parecen condenados a ser destruidos. Quizás sea este su filme más duro y difícil de soportar por la extrema brutalidad, pero el foco se mantiene estable y sostenido en la perspectiva de los protagonistas, que mantienen su sueño de modo emocionante y conmovedor. La música del compositor se desarrolla en tres niveles, sólidamente: en primer lugar hay músicas ambientales étnicas, líricas, canciones que aportan una perspectiva externa, la del relato, y se posicionan como la voz en off del propio Garrone; en segundo lugar, temas para el entorno árido, cruel e inmisericorde; finalmente, en tercer lugar, la música del protagonista, un tema principal que comparte con su primo y que representa la ilusión, pureza y bondad que se mantiene a flote a pesar de tantas desdichas. Es muy notable que se evite también con la música el buscar lo melodramático y la lágrima y que la banda sonora apoye la epopeya que es aterradora pero a la vez también esplendorosa.