Taki y Mitsuha descubren un día que durante el sueño sus cuerpos se intercambian, y comienzan a comunicarse por medio de notas. A medida que consiguen superar torpemente un reto tras otro, se va creando entre los dos un vínculo que poco a poco se convierte en algo más romántico.
Reseña de Gabriel Yong:
En esta partitura se tiene una desconexión enorme entre canciones y música instrumental, dando un resultado donde las primeras se transforman en cuasi videoclips, totalmente aislados de cualquier atisbo de construcción narrativa o implicación dramática, mientras que la música transita entre la meramente circunstancial y lo anecdótico, mientras los temas que tienen importancia dramática son meras pinceladas de los personajes que intenta dibujar. El tema principal, que tiene una construcción interesante en el relato, en el cual se plantea que debe explotar en la secuencia final cuando se dé el reencuentro de los protagonistas, es destruido en su significado en una escena anterior al final, al usarlo como acompañante de una conversación entre Taki y Okudera, siendo que este tema no le pertenece a ella sino a Mitsuha, porque ella lo rechazo en su primera aparición en pantalla al alejarse de Taki en su primera cita, mientras que en la secuencia del reencuentro entre los protagonistas donde la música debe expandirse y abarcar a ambos es eliminada en pos de una canción comercial, siendo error garrafal, donde la música se queda a las puertas de trascender por no entenderla como un motor narrativo.