En la moderna metrópoli de Zootrópolis, habitada por animales, se planea una conspiración y un conejo y un zorro se unen para evitarlo.
El compositor firma la que hasta la fecha es la más irrelevante partitura para animación de su carrera, y también una de sus creaciones menos brillantes, en general. Esta es una banda sonora de apoyo, de sostén y de acompañamiento y énfasis, pero que ni despega ni trasciende de aquello sobre lo que se aplica, quedando en todo momento supeditada y en la retaguardia de lo visual. No parece que haya sido una opción deliberada, en tanto cuenta con un tema principal que tiene esas pretensiones de elevación y narrativas. Pero es un tema débil, prácticamente insignificante, carente de fortaleza y personalidad por su excesiva simplicidad, y las diversas variaciones no lo mejoran, ni tan solo en la exposición final.
Hay mucha música y mucha referencia étnica, y también dinamismo y sentido festivo en algunos de sus temas, pero parte de la banda sonora es muy sosa. Casi parece más una música mortuoria, apagada, más propia de un funeral que de una juerga, que no logra alcanzar en ningún momento un punto mínimo de interés, y que aunque probablemente no dañe la película, tampoco la engrandece.