Todo aquello que afirmes pero la película niegue, queda negado. Todo lo que niegues pero la película afirme, queda afirmado.
Esta es una máxima mía que me aplico a rajatabla y que defiendo como modo de entender, interpretar y explicar la música de cine. En realidad, mi máxima original reemplaza la película por el cine, pues es mucho más amplio que una sola película: ¡son tantas las aseveraciones sobre la música de cine que el cine niega! ¡y no son pocas las negaciones que el cine afirma! Hice tres vídeos para desmontar empíricamente tres tópicos recurrentes:
Estas tres afirmaciones son falsas, el cine las niega. Y hay más, que en MundoBSO iré comentando. Aquí y ahora este artículo se centra en el modo de entender, interpretar y explicar no la música de cine en general sino la de una película en particular.
La lógica e incluso el sentido común claman que es fundamental escuchar lo que tengan que decir director y compositor sobre sus pretensiones en la película. Las musicales, las dramáticas y las narrativas si las tuviera. Sin embargo, siendo importante y también muy interesante no es determinante: lo determinante es ver y escuchar lo que hay en la película. Defender esto tiene una lógica apabullante, pues entre las pretensiones iniciales y el resultado final pueden haberse producido infinidad de cambios, y no necesariamente por voluntad y decisión de director o compositor. ¿Qué validez tendrían esas pretensiones si no existen en la película?
Supongamos que afortunadamente todo lo que director y compositor quisieron hacer ha llegado a buen puerto y que la película recoge esas pretensiones. En este caso hay sinergia entre pretensiones y resultados y por tanto coincidencia: escuchar lo que tengan que decir ambos explica lo que hay en la película. O puede que no.
No siempre hay sinergia, por las buenas o desgraciadamente también por las malas. Son muchas las personas que se interponen (para bien y para no tan bien) entre compositor y la película final, empezando, claro, por el propio director, pero también por el montador, mezclador, productor, ejecutivo o quien sea que ha tomado alguna decisión que ha alterado las pretensiones iniciales, a veces incluso destrozándolas por completo. Si se da esa divergencia entonces lo que queda en la película es lo que cuenta. Lo otro es anécdota.
En este caso, que es bastante habitual, ¿necesitamos de modo imperativo escuchar lo que tengan que decir director o compositor? El Yo quería, mi pretensión era... tiene el valor que tiene, y en cuestiones cinematográficas ese valor es irrelevante: ¿de qué nos sirve saber de aquello que no existe, más allá de lo anecdótico o, en el mejor de los casos, como explicación meramente histórica pero ajena al filme final? No soy tajante: podría ser de gran ayuda para comprender desastres como lo de Alien, por ejemplo, pero son excepciones.
Pero incluso en el supuesto de que todo haya ido bien lo que hay está (o no) en la película, y lo que digan director y compositor siguen siendo pretensiones, que la propia película puede llegar a negar, por múltiples razones. Me he encontrado bastantes ejemplos de divergencias: uno de los casos más contundentes tiene que ver con The Mission (86) y el famoso tema de las cascadas que el mismísimo Morricone sotenía que existe pero que la película niega absolutamente: ¡no hay tema alguno para las cascadas, incluso aunque un corte se llame así en el CD! La película lo niega rotundamente (ver vídeo). Morricone se equivoca. Y es el compositor! Hay más ejemplos: recientemente hemos analizado Lawrence of Arabia (62) y demostrado que la afirmación de Lean de que el tema principal de la banda sonora es la fascinación de Lawrence por el desierto es también falsa (ver vídeo). Ya sea por decisiones finales de montaje (seguramente por indicaciones del propio Lean) o por la razón que sea, eso quedó finalmente sin hacerse.
Los ejemplos, como digo, son casi incontables. Tomar la palabra de director y compositor sin cuestionarla es un error: si fuera así, estaríamos hablando del tema de las cascadas o de la fascinación de Lawrence, por mucho que las películas lo nieguen. Como digo e insisto, escuchar a director y compositor es interesante, pero ver y escuchar a la película es lo determinante. Y es mucho más práctico y cómodo dedicarse en primer lugar a dialogar con el filme, saber cómo respira, lo que dice, hace, explica o dramatiza, y si genera algunas dudas o las interpretaciones que pueda derivarse son demasiado subjetivas o dubitativas, entonces no es mala opción hablar con los creadores. Pero no es descartable que la interpretación propia tenga más alcance que la pretendida por los creadores, también por mil razones.
Quien se limita a repetir o escribir lo que digan director o compositor sobre la película sin hacer ningún aporte personal y sin cuestionarlo no hace análisis ni crítica, sino periodismo, salvo que se coincida plenamente con lo expuesto y si el análisis personal es el mismo que el intencionado. Por eso yo creo vivamente que hay que escuchar primero a la película, estudiarla, comprenderla, cuestionarla, revisarla, analizarla. Todo lo que tiene (o no tiene) está ahí. Luego, ese análisis podrá ser coincidente con el pretendido por director o compositor -y la conversación será solo para corroborar lo ya visto- o puede ser discrepante, y en ese caso se abre una vía que es fascinante: imponer con argumentos y demostración la interpretación propia o modificarla y ajustarla tras el conocimiento de las pretensiones. Ambas opciones son posibles, pero la diferencia es que a la película siempre la vas a poder ver y escuchar y a compositores y directores seguramente no. Por esa razón hay que saber dialogar primero con el filme. Y luego, claro, que la exposición que se haga de ese análisis sea una exposición y no una imposición, que también es esencial dejar puertas abiertas a otras visiones. Salvo lo inapelable que es que la música del tiburón es del tiburón, casi todo lo demás es debatible, y eso es lo que hace tan fascinante la música de cine.
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