Es usual que los programas televisivos se acompañen por fondos musicales: en los directos de modo casi imperceptible y cuando se da paso a bloques grabados, de un modo más evidente. Todo ello busca generar un ambiente que haga al programa más ameno, más cálido o incluso más dramático, según los casos. Pero siempre con la pretensión de meter al televidente en plató o en el reportaje. De alguna manera, como en el cine: el silencio, en televisión, es duro y áspero pero no porque lo sea sino porque la música genera el efecto contrario.
La excepción suelen ser los telediarios. Salvo la sintonía inicial y la que acompaña los titulares (si no es la misma música) se hacen en silencio musical, tanto las presentaciones como las conexiones con enviados y reporteros y también las noticias editadas. Pero observamos que en otros programas informativos (los debates de actualidad) sí se recurre al fondo musical, en algunos casos prácticamente un bucle apenas perceptible para el oído pero que ahí está, generando ambiente y ese punto de ficción cinematográfica que si está es evidente que es para captar la atención del espectador y desanimarle a cambiar de canal. Estas músicas son generalmente impersonales, sacadas probablemente de librerías, que se limitan a acompañar las conversaciones o las explicaciones. A veces se ajustan a la temática (músicas más graves para noticias dramáticas o ligeras para asuntos del corazón, por ejemplo) pero en la mayor parte de las veces son tan mecánicas que sirven para cualquier ambiente.
Otra cosa bien diferente es cuando se recurre a la música de cine, pues es en primer lugar una música con entidad propia, con personalidad... y se corre el riesgo de que sea conocida y pueda distraer la atención. En La Sexta, el programa de reportajes Equipo de investigación (programas grabados y montados) suelen ser acompañados musicalmente con algunas bandas sonoras, despiezadas y variadas, cubriendo con ellas diferentes momentos de los reportajes, pero sin buscar ni un continuum ni una estructura común: generalmente un tema tras otro, y tantos -y nunca expuestos de modo íntegro- que difícilmente distraen al televidente y por el contrario, haciendo uso de ellos para ficcionar cinematográficamente, consigue captar mejor su atención. Tengo muy serias dudas respecto al uso exagerado e impostado que se hace habitualmente en el magnífico programa matutino Al rojo vivo, presentado por el leonés Antonio García Ferreras, y en el que para dar énfasis y trascendencia a las noticias más graves recurren -aparte de la solemnidad algo teatral del presentador- a bandas sonoras como las de Game of Thrones o Batman Begins, pero no en la forma de fragmentos sino ampliamente ni tampoco en un nivel sonoro imperceptible sino muy evidente.
No creo que haya noticia que necesite de las músicas de Djawadi o de Zimmer para ser enfatizadas, pero al final queriendo darles trascendencia se contribuye involutariamente a banalizarlas. Nada hay más chocante que estar escuchando a Ferreras comentar las novedades sobre el procés independentista en Catalunya mientras suena Game of Thrones, porque, aunque siendo una sinergia incluso divertida, queda demasiado impostada. Cierto es que la información no se resiente, pero con la música se le da un dudoso punto de espectáculo. A eso también contribuye la música de cine puesta en informativos televisivos.