Stephan Eicke comienza este capítulo de su libro The Struggle Behind the Soundtrack hablando de Murray Gold, a quien fue a entrevistar. Compositor que llena conciertos, con legión de fans, que trabaja sin descanso, con propiedades en Reino Unido y en Estados Unidos, pero...
Gold y yo fuimos a su camerino y no pasó mucho antes de que su rostro de éxito cambiara (...) estaba nervioso, algo ansioso y más bien pesimista. Ante mí, un hombre que estaba extrañamente desconectado del éxito, a quien no importaba mucho su posición (...) parecía fatigado de ser constantemente solicitado por fans y por la contínua exposición a la presión de su trabajo.
Gold relata a Eicke su experiencia con la serie televisiva nortemericana Crossbones (14), de piratas y aventuras. Instalado en Nueva York, donde se hacía la posproducción, vio pasar meses sin recibir un solo episodio y finalmente llamó a la NBC. Era mayo y él en junio tenía comprometida la grabación de un show en Inglaterra. Insistió que le mandaran episodios o abandonaría la serie, y finalmente le hicieron llegar el primero de los nueve. Lo hizo, lo mandó y pidió el segundo, pero en la NBC le dijeron que antes tenían que discutir la música del primero con un primer grupo de ejecutivos. Gold preguntó si le devolverían el trabajo con anotaciones y le contestaron que no, que antes debían mandarlo a un segundo grupo de ejecutivos: ¿Habrá alguna diferencia entre el segundo y el primer grupo?, les inquirió, ¿no podemos saltarnos el segundo grupo?, lo que dado el apuradísimo plazo de apenas cinco semanas parecía lo más sensato. Le contestaron que era el procedimiento a seguir, que no importaba que los plazos se agotaran, incluso si solo quedan dos semanas. Y entonces abandonó la serie, que finalmente fue hecha por Mateo Messina, quien debió escribir cerca de 300 minutos en apenas un mes.
A Messina se le dijo explícitamente que querían música sinfónica con mucha acción y muy de aventuras. Imposible escribirla en un mes y además grabarla, así que con tres orquestadores, un editor musical, programadores, ingenieros y un estudio que finalmente se dio cuenta que necesitaba dejar al compositor cierta libertad, lo logró.
Eicke compara esta presión con la que sufrieron los compositores en la época dorada de Hollywood donde, comenta, tenían poco contacto con los productores dado que la relación era con el jefe del Departamento Musical. El poder abordar los asuntos musicales con compositores facilitó las cosas, pero aún así debieron trabajar duro, bajo la férrea disciplina que imponían sus contratos. Miklós Rózsa dijo: Éramos cautivos, pero en la mayor parte cautivos felices y muy bien pagados. Alfred Newman, por su parte, reconoció haber perdido muchas Navidades y 4 de Julio, e incluso haber estado trabajando cuando nacieron dos de sus hijos. Y Henry Mancini, hablando de sus años en la Universal (1952 a 1958) asumió una enorme carga de trabajo, que de todos modos le reportó una gran experiencia. La gran y enormemente significativa diferencia con los tiempos presentes es que las orquestas eran de los estudios, y los compositores no debían preocuparse por pagarlas a costa de sus honorarios.
------------------------------
Nuestro comentario:
Del férreo sistema de trabajo en la época de los estudios hay mucho escrito y conocido, y no son pocas las voces de compositores que se alzaron contra la tiranía del sistema. Max Steiner, por ejemplo, abandonó la RKO por ese motivo. El 29 de septiembre de 1934 había enviado a los jefes del estudio una circular poniendo horas de oficina en la casilla de asunto. Decía lo siguiente:
Desde el próximo lunes por la mañana, primero de octubre, podré ser localizado en el estudio de nueve a doce y media de la mañana y de una y media a seis de la tarde, diariamente excepto domingos y festivos. Asimismo, NO seré localizado nunca más entre las seis de la tarde y las nueve de la mañana del día siguiente, como ha sucedido en el pasado. Si esto no es satistactorio para nadie, estaré encantado de cancelar mi contrato. Acabo de recibir una oferta del presidente de la May Company (Broadway 8, Los Ángeles, California), que quiere obtener mis servicios, con contrato indefinido, como PROBADOR DE COLCHONES, lo que me parece enormemente atractivo. Fdo. Max Steiner.
Dos años después dejó la RKO, pero las cosas no mejoraron. Así describió, quizás exageradamente, su tormentoso trabajo para Gone with the Wind (39):
Escribí 3 horas y 45 minutos de música original para Gone With the Wind, así como la partitura de otra película, y supervisé la grabación de ambas; y todo en el espacio de cuatro semanas. Lo conseguí durmiendo tan solo 15 horas en ese período y trabajando sin descanso el resto del tiempo. No puedes ser Beethoven en esas condiciones.
Pero efectivamente era un mundo donde las presiones venían por las obligaciones, muy férreas, pero no por la estupidez de gentes ignorantes, que es a lo que deben enfrentar no pocos compositores en un mundo en el que son tan necesitados como poco considerados.
P.D.: Hay una anécdota que me explicó Maurice Jarre, en similar línea que la de Murray Gold, pero mucho más simpática y menos traumática. Fue llamado por Luchino Visconti para trabajar en La caduta degli dei (69) y mientras el aristócrata Visconti rodaba, instaló al bon vivant Jarre en uno de sus palacetes (no recuerdo la ciudad) El compositor estuvo dos meses esperando poder ver a Visconti, con todos los gastos pagados, ¡pero al menos tuvo la posibilidad de ir trabajando en otros proyectos!
Puedes comprar el libro aquí.