En el libro de Stephan Eicke The Struggle Behind the Soundtrack, Carter Burwell comenta que en la actualidad muchas películas se hacen en comité pero que si, puede, rechaza trabajar en ellas, pues según afirma es inevitable que la gente le diga que lo mejor es hacer lo que siempre funciona, lo que, aunque haga las cosas más fáciles, también deriva en filmes poco interesantes. Este comité suele incluir los muchos productores que se involucran con su dinero y que, según opina el diseñador de sonido Walter Murch, casi todos ellos -y pueden llegar a ser hasta veinte- quieren decir algo sobre todos los aspectos. Un gallinero que Rachel Portman explica así:
Hay muchas voces (...) recibes comentarios de muy distintos lugares. Para quien esté comenzando y no tenga experiencia en sobrellevar estas situaciones debe ser horrendo.
Esta situación de intrusismo no se circunscribe a los blockbusters sino que también se da en las películas independientes donde, según relata Burwell, son filmes más difíciles de colocar en el mercado y los productores quieren a toda costa recuperar el dinero invertido, lo que hace que quieran asegurarse que la gente vaya al cine: generalmente están menos interesados en aquello que puede desafiar a la audiencia o hacerla sentir incómoda, indica.
Las opiniones de según qué personas pueden derivar en pretensiones absurdas. Joe Kraemer explica que trabajando en Mission: Impossible - Rogue Nation (15), donde parecía obvio hacer uso del tema principal de Lalo Schifrin, el jefe del departamento de márketing en Paramount expresó su profundo desagrado personal por la música de Schifrin y quiso que saliera de la película. Ante él se plantó Tom Cruise y el tema musical permaneció, pero ese ejecutivo sí logró que en el primer trailer solo aparecieran veinte segundos de la música de Kraemer que homenajeaba al compositor argentino y cuya producción había costado 100.000 dólares. Fue reemplazada por una canción pop y por música electrónica.
Los departamentos de márketing tienen mucha influencia porque son los que organizan los pases previos para público, que en tanto pueden afectar al trabajo del compositor. Por ejemplo, si la audiencia no encuentra suficientemente cálido un personaje, esperan entonces que la música lo haga cálido: la música es empleada para solucionar cualquier problema que tenga la película, afirma Burwell. Por su parte, Alan Silvestri recuerda que estuvo hablando con el director de una película y luego con tres productores, lo que dio como resultado cuatro opiniones totalmente opuestas. Dedicó mucho tiempo a la diplomacia, pero no le sirvió de nada. El director y un productor se posicionaron en sentido radicalmente contrario acerca de un tema en particular, y decidió escribirlo dos veces, a gusto de cada uno, para que se pelearan ellos y le dejaran tranquilo.
Marco Beltrami explica que, viendo lo que se avecinaba en un proyecto, optó por escribir dos bandas sonoras y entregarlas para que los que discutían eligieran: fue mucho menos trabajo que ir adelante y atrás. Es menos trabajo escribir un tema dos veces que no catorce. Y añade: La mayor parte de los compositores sufren de ansiedad. Todos los que conozco salvo un par tienen insomnio.
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Nuestro comentario:
Me pregunto cómo es posible que el jefe del departamento de márketing de Paramount no fuera fulminantemente despedido. Me lo pregunto pero la respuesta creo que a cualquiera le queda clara: la sensibilidad, la lógica artística, el respeto a una saga, la música en definitiva no importa nada. Solo importa el negocio. La decisión de ese ejecutivo sobre el trailer puede ser, incluso aceptada: el trailer no es más que una campaña publicitaria, un anuncio costosísimo que no pretende ser un resumen del filme sino una manera de convencer a la gente. Por tanto, no veo por qué no vender el producto pensando más en términos de márketing que cinematográficos, siempre y cuando ese trailer no engañe. En este punto me remito a un viejo editorial que publiqué en 2016, Trailers que engañan.
Por lo demás, es claro que este es un modelo de hacer películas que afortunadamente no es el único, pues aún existe espacio para la creatividad, el arte, la libertad, pero el libro de Eicke debe necesariamente ayudar a entender por qué hoy todo suena industrial, todo suena igual. Muchas veces señalamos como culpables a los compositores y les añadimos una carga que, aunque porque firman se responsabilizan, es completamente ajena a su voluntad.
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