Por Juan Carlos Jiménez
El 8 de mayo de 2019 Ennio Morricone, con la Orquesta Roma Sinfonietta y el Coro Talía, ofreció en Madrid su segundo concierto en Madrid dentro de su gira de los 60 años. El espectáculo tuvo lugar en el Palacio de Deportes (WiZink) capaz de albergar a 15.000 espectadores y cuyas entradas se agotaron en apenas unas horas, lo que llevó a la organización a organizar otro concierto ante la demanda creciente. Ambos conciertos compartían el mismo programa (al igual que el de Barakaldo) pero este que nos ocupa fue más representativo ya que era la última oportunidad de ver en el escenario al compositor, quien ha anunciado su próxima retirada en junio a los 90 años de edad.
Había cierto miedo ante la perspectiva de disfrutar de un concierto sinfónico en un escenario como el Palacio de Deportes. Dicen que el de Bilbao sonó bastante mal, con fallos que no se corrigieron hasta la segunda parte, lo que hizo saltar todas las alarmas. Asimismo, ese ambiente distendido en nuevos espectáculos que incluye la posibilidad de ingesta de alimentos y bebidas de todo tipo durante el desarrollo del evento, hace un flaco favor para el espectador que busca disfrutar de un concierto sinfónico.
El comienzo fue poderoso gracias a The Strength Of The Righteous de The Untouchables (87) Los golpes de efecto de la batería y la percusión retumbaron en el pabellón y nos hicieron suponer lo peor. Como anécdota personal, la chica sentada a mi lado mandó callar esa especie de murmullo que no era sino la vibración de la orquesta golpeando las paredes. Afortunadamente, el resto del concierto sonó bien. La Tenda Rossa (70) fue la elegida para transportarnos al Morricone más característico, el de la delicadeza en su instrumentación, con solos de violín. Acto seguido, dos trompetistas acuden al escenario: en un momento en que Pedro Almodóvar aún no sabe qué hacer con la música en su cine (excepto poner sus canciones favoritas) contrata al compositor romano para la partitura de ¡Átame! (90) Y de repente llegamos a la noche urbana y esos frenéticos solos de trompeta desatan la locura sonora que bien necesitaba el filme del director manchego. (escuchar)
Pasamos a Novecento (75) y Nostromo (96) obras conocidas pero me atrevería a decir que poco reconocidas en el canon del romano. Entre estas dos piezas, Ostinato ricercare per un Immagine, composición que escribió para el documental inédito en nuestro país L'ultimo gattopardo: Ritratto di Goffredo Lombardo (10), dirigido por Giuseppe Tornatore y que para el que suscribe fue el mejor momento de todo el concierto. Con un comienzo que recuerda a la espléndida Once Upon a Time in America (84) partitura seminal de la que muchas de sus partituras posteriores serán derivadas de la misma), la pieza de doce minutos de duración juega con el ostinato, una figura musical basada en la repetición de un fragmento breve. Una auténtica maravilla que sobrecoge el corazón de los oyentes. Para levantarse y aplaudir a rabiar.
Y llegamos a la sección más esperada: La Modernidad del mito en el cine de Sergio Leone y nada más arrancar El hombre de la armónica, de C'era una volta il west (68) el público aplaudió a rabiar. En este caso sí que hubo armónica, no como en el concierto de Euskadi donde según parece fue sustituida por una guitarra eléctrica (!) pero el instrumento estaba pregrabado, lo que restaba naturalidad a la experiencia pero al mismo tiempo recreaba el ambiente fantasmagórico de los spaghetti de Leone. La vanguardia de Il Forte de Il buono, il brutto, il cattivo (66) junto a sus títulos de créditos iniciales, constituyeron momentos de auténtico gozo para el público presente. Y llegamos a L'Estasi Dell'Oro -homenajeada en el documental Desenterrando Sad Hill (18)- con la voz espectacular de Susanna Rigacci haciendo las veces de Edda Dell’Orso. El auditorio se vino arriba al cierre de la primera parte del evento.
Regresamos con esa maravilla que es L'Ultima Diligenza di Red Rock de The Hateful Eight (15) su único premio Oscar en competición. Un tema breve que se repite hasta el delirio alcanzando unas cotas de brutalidad orquestal. Concluyendo en un breve silencio que acompaña el último fraseo, personificando que los instrumentos siguen vivos, jugando con este tema malicioso (se nota la urgencia de Morricone en el puesto de director de orquesta al efectuar este silencio para evitar que los aplausos del público interrumpan la composición) Y llegamos a un movimiento de lo más arriesgado: cine social. Acompañado por la voz de la portuguesa Dulce Pontes, el maestro fue pasando por obras tan poco conocidas de su canon musical como La Battaglia di Algeri (66) Sacco e Vanzetti (66) Sostiene Pereira (96) y curiosamente, la española La Luz Prodigiosa (03) con el doloroso canto de Pontes recitando a Federico García Lorca para subrayar el drama de la película de Miguel Hermoso. Una obra a reivindicar.
Asimismo hicieron acto de presencia dos piezas dedicadas al cine de Elio Petri: Indagine su un cittadino al di sopra di ogni sospetto (70) y La classe operaia va in paradiso (71), dos obras clásicas en su repertorio pero que aún así siguen sorprendiendo a una audiencia no acostumbrada a su faceta más experimental y disonante. Durante el desarrollo de este último título, es espectacular comprobar en primera persona las indicaciones de Morricone hacia el primer violín, gracias a la fabulosa realización audiovisual llevada a cabo por la organización que dispuso de dos pantallas enormes para no perder detalle. Para concluir este movimiento, el himno Aboliçao, de Queimada (69), una obra maestra, un canto a la vida, a la libertad. La pieza más étnica del autor, capaz de levantar a todo el público para cantar a coro Aboliçao! Aboliçao! y que gana muchísimo en su versión concierto frente a la original. Espectacular.
Como final, The Mission (86) y su santísima Trinidad: Gabriel’s Oboe, Falls y On Earth as it is in Heaven. No soy nada fan de esta última pieza en concierto, siempre me ha parecido que la mezcla de sus tres diferentes melodías acaba en un batiburrillo de sonido que desmerece a su grabación original pero reconozco que ayer sonó de maravilla. La ovación en pie no se hizo rogar y el compositor ofreció tres bises: Nuovo Cinema Paradiso (89), y repeticiones de L'Estasi Dell'Oro y La Luz Prodigiosa, esta última imagino que por la presencia de Dulce Pontes. Es cuanto menos curioso comprobar como algunas de las piezas sagradas del compositor, como H2S (69), el tema principal de Giù la testa (71) sendos temas de Metti una sera a cena (69) o Once Upon a Time in America se han quedado fuera del concierto. Se ha ofrecido un programa diferente con más sorpresas de lo habitual, y aunque hay una audiencia que identifica a Ennio Morricone con el lejano Oeste, su obra abarca mucho más y este concierto ha servido para presentar otras facetas ante una audiencia entregada y respetuosa (exceptuando algún arranque de gritos resaltando el poderío del maestro, hecho que a juzgar por los planos del compositor, no le hace ninguna gracia)
Ha sido un concierto excepcional, único y que todos recordaremos. Incluso hay algo poético en que ¡Átame! y La Luz Prodigiosa hayan sido interpretadas en el último concierto que ofrece en España. Un fin de fiesta por todo lo alto y una celebración de la música de cine.
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Y Mario Pons Sansegundo añade:
Creo que el programa del concierto ha sido genial, aunque como suele suceder, algún tema más hubiera sido mejor, por ejemplo se repitió un tema del concierto con Dulce Pontes en el tercer bis que podría haber cambiado. La música, maravillosa y el momento The Mission y Nuevo Cinema Paradiso fueron muy emocionantes. Alguna persona del público de mi alrededor estaba llorando. En las pantallas dispuestas en el escenario no se vio nada sobre las películas, tan solo a los músicos. Hubiera sido mejor que pusieran las películas para un hilo narrativo mejor ya que había temas de películas que la gente no sabía ni de qué iban... aunque el que enfocaran a Morricone dirigiendo siempre era genial.
Respecto al sonido, las cuerdas artificiales y los temas de Sergio Leone amplificados a más no poder. Hubo momentos que parecía que iban a estallar los bafles y temas de Dulce Pontes y Susanna Rigacci que a ellas apenas se le oía y que se oían muchísimo mas las cuerdas, una lástima. Entiendo que sin amplificarlo en el WiZink era imposible que los de arriba lo escucharan. Aparte de esto, el resto estuvo bastante bien y se oía en su justa medida.
El público aplaudió dos veces cuando no tocaba y algún que otro hooligan gritó: Te queremos Maestro! o Eres grande Morricone! pero en general se comportaron bastante bien. La organización del Wizink Center fue maravillosa: todo fucionó sin ningún problema. En general, disfruté mucho el concierto y ver a Morricone fue sublime (el hombre estaba en su salsa, ¡tan serio como siempre!) Se le notó, eso sí, que esas dos veces que se aplaudió fuera de tiempo le molestó.