Durante mucho tiempo la consulta más frecuente que llegaba a MundoBSO era dónde se podía descargar gratuitamente tal o cuál banda sonora; durante mucho tiempo, la protesta más usual que nos llegaba era que no había enlaces para la descarga gratuita. Esto fue así durante años, pero desde hace bastante no recibimos ni una sola pregunta y ni una sola queja al respecto: la práctica totalidad de la gente ya sabe dónde encontrar la banda sonora que se quiere descargar. No son pocas las veces que ya están disponibles el mismo día del lanzamiento o incluso días antes de que vean la luz. No se libra ningún sello discográfico, todos están al alcance con solo acceder a las webs o programas que las regalan para poder recogerlas sin pagar un solo céntimo.
Y porque se puede hacer con facilidad en la mayor parte del mundo se trata de encontrar el modo de paliar el daño que produce. Precios más asequibles o libretos con fotos o textos explicativos no son reclamos de mucho peso para captar clientes entre quienes descargan gratuitamente y no se puede depender ad aeternum de la lealtad del coleccionista que gusta de comprarlas porque cada vez son menos y de más edad. Frente a ellos son muchos más y más jóvenes los otros coleccionistas, quienes en apenas 10 minutos pueden tener en su archivo cuarenta o cincuenta bandas sonoras que a los primeros tanto tiempo y dinero les cuesta conseguir. ¿Habrá algún modo de convencer a los coleccionistas por descarga ilegal que paguen por lo que adquieren? Francamente, parece imposible: incluso en el supuesto que se ponga freno a la práctica, habrá modo de compartir esas bandas sonoras a través de foros, de grupos...
En mis tiempos adolescentes y la gente de mi generación nos grabábamos las bandas sonoras en cassettes o más tarde en CD vírgenes y las compartíamos. Era natural hacerlo, y así nos formamos muchos en el coleccionismo de bandas sonoras. La descarga ilegal o, en el caso de que pudiera detenerse, el compartir archivos de otros modos parece imparable y además tiene un aspecto atractivo y atrayente: hacerse con una gran colección de bandas sonoras ayuda a ampliar conocimiento y ensanchar la afición, pues en principio la gente descarga aquello que le gusta o incluso le apasiona, y siempre querrá tener más. Es exactamente igual que cuando grabábamos las bandas sonoras en cassettes. Asumamos así que una explicación del ingente crecimiento de gente apasionada por la música de cine está también en la descarga ilegal, pues la gente ha podido hacerse con discografías completas de compositores que, de otro modo, hubieran tardado años en conseguir y abonando una importante cantidad de dinero.
Aparte de que no sirve de nada sermonear porque además tendría algo de hipócrita, no creo válido el símil de entrar en una panadería y llevarse el pan sin pagarlo, en primer lugar porque el 99% de los que descargan ilegalmente no entran en una panadería a llevarse el pan sin pagar, pero sobre todo y ante todo porque ese 99% comprende el daño que ocasionarían al panadero en tanto desconocen el que causan al productor discográfico y al compositor. Y aún así no sirve de nada sermonear: ya cobran por trabajar en las películas, tienen royalties por la taquilla, las entradas de los conciertos, y un etcétera largo de justificaciones no del todo justificadas.
Este artículo explica las penosas remuneraciones a los compositores en plataformas como Spotify, YouTube, etc: Spotify abona a cada artista, de media, un dólar por cada 229 escuchas; menos que Tidal (un dólar por 80 escuchas), Apple Music (136) o Deezer (156), pero más que YouTube, donde se requieren 1.449 escuchas para percibir ese dólar. Es verdad que la disponibilidad que puede ser gratuita de las bandas sonoras en streaming ha podido hacer bajar considerablemente las descargas ilegales, pues no es poca la gente que se conforma con tener esas bandas sonoras accesibles. Pero para los bolsillos de los autores no hay apenas cambio: sí, la música puede escucharse legalmente pero los ingresos para esos autores son prácticamente inexistentes.
Editar una banda sonora no consiste solo en meter la música en un CD y venderla. Los menos profesionales lo hacen así, pero en un extremo completamente opuesto hay emprendedores suicidas como James Fitzpatrick o José María Benítez que -no se sabe bien cómo sobreviven en el proceso- logran convocar a una orquesta, director de la misma, técnicos y un largo etcétera para grabar íntegramente y a máxima calidad bandas sonoras como las de King of Kings (61) o Endless Night (71)... que el otro coleccionismo puede conseguir fácil y rápidamente dejando sin lo que les corresponde a todos los que han invertido su tiempo y su dinero. Sí, la descarga ilegal ha multiplicado la cantidad de aficionados y coleccionistas, pero no es menos cierto que podemos acabar en el precipicio del no queda nada para coleccionar. Son las dos caras de una misma moneda.