El compositor Alejandro Román ha publicado un libro de teoría y práctica, Composición Musivisual. Guía para la creación de música audiovisual (Vision Libros. 494 páginas) que por su altísimo interés quiero comentar lo más detallada y pormenorizadamente posible. Naturalmente, no voy a exponer todo su contenido, solo aquél que crea merezca ser subrayado, ampliado, debatido o incluso contradecido y que aporte conocimiento. Es un libro muy extenso. Le dedicaré tantos artículos como haga falta, y lo haré correlativamente, tal y como ya hice con la masterclass de Hans Zimmer, con el libro de Morricone o con el de Stephan Eicke, y como sucedió en todos ellos no esperaré a haberlo leído: prefiero viajar por sus capítulos e ir publicando mis impresiones según lo que lea. Con seguridad habrá partes que darán mucho de sí y probablemente otras que me las salte y nada comente. Me voy a limitar a comentar lo relacionado con las cuestiones cinematográficas, las del lenguaje narrativo, y dejaré de lado -salvo que lo considere de interés- la terminología musical, pues poco puedo aportar al respecto.
La solvencia del autor está sobradamente acreditada: Alejandro Román no es solo compositor (para el cine o fuera del medio), ni este es su primer libro sobre la materia. Aparte de ser doctor en Filosofía, es profesor de Composición para Medios Audiovisuales en el Real Conservatorio de Madrid, director y profesor del Master de Tecnologías en la Composición de Bandas Sonoras y Música para Videojuegos de la UCM, etc.
Empiezo pues. Espero sea de interés!
1.- Una (pequeña, pero fundamental) enmienda a la totalidad
Ojeando el libro, saltando aleatoriamente sus páginas me he encontrado con lo de siempre, con aquello que ni puedo comprender ni voy a dejar que se siga diciendo sin mostrar firme oposición: música para imagen/imágenes. Lo diga Román, lo diga José Nieto, lo diga quien lo diga, el compositor de cine no escribe música para imágenes: la expresión es una minusvaloración de lo que es la música de cine. Música para imágenes lo es cuando lo es (música para un paisaje), pero ¿qué imagen es un sentimiento, un pensamiento o una referencia que ni siquiera está en pantalla? Si se dijera, por ejemplo, que Bernard Herrmann escribió en Vertigo (58) música para imágenes sería no haber entendido nada del alcance y las pretensiones del genial compositor. ¿Para qué imagen es la música que se hace para explicar el tormento íntimo de un personaje? No es un asunto menor sino capital porque es importante diferenciar cuándo la música sí se escribe para explicar las imágenes y cuándo las imágenes no son consideradas musicalmente.
Es obvio que Román, Nieto o quien se dedique con seriedad y solvencia (y no es todo el mundo) a explicar la música de cine utilizando esta definición a mi entender tan banal se refieren al arte de las imágenes en movimiento, al total, al cine, televisión... ¿pero por qué reducirlo a lo que es tan solo una posibilidad cuando hay otros alcances muchísimo más comprometidos con el arte audiovisual? No es lo mismo ponerle música a un paisaje, a todo lo que abarca el campo visual del espectador, que ponerle música a un sentimiento o a una referencia, que es una música que no se dirige a la imagen sino a la dramaturgia o narración. Siendo tan evidente, ¿por qué insistir en definirlo de una manera tan simple, vulgar y sobre todo errónea?
Me remito a este artículo, donde expongo mis argumentos:
No es una cuestión terminológica: es algo que proyecta una imagen (nunca mejor dicho) muy limitada del potencial de la música de cine, y que más o menos no poca gente va a resumir así: el compositor tiene que rellenar de música la pantalla. Y de este barro llegan inevitables los lodos de lo de la música acompaña las imágenes/la película, tantas veces en desgraciado uso en explicaciones y textos. Los actores no acompañan las imágenes/la película, el montaje no acompaña las imágenes/la película, la decoración no acompaña las imágenes/la película, los efectos especiales no acompañan las imágenes/la película... todos hacen película porque son película, exactamente igual que la música, que no acompaña las imágenes/la película porque ella misma es película y forma parte de la dramaturgia o de la narración (la dramaturgia y la narración son creación, no acompañamiento).
Porque sí existe la opción de poner música a imágenes y porque esta no es la única opción que puede alcanzar la música, es fundamental conceptuarla de un modo más real y sobre todo más elevado. Sería incorrecto llamarla música para la narración cinematográfica porque en las funciones que asume puede no estar la narración, como sería inadecuado (e insultante) llamarla música para ambientar, pues se obvian los factores dramatúrgicos y narrativos y convierten el Vertigo de Herrmann en algo así como en un hilo musical de la pelicula. Pues por lo mismo, música para imágenes es solo una opción. ¿Por qué no llamarla música para el audiovisual, que incluye cine, televisión, etc?
Insisto en que es obvio que Román no considera la música de cine como algo con lo que empapelar la película de colores bonitos, y por tanto doy aquí por zanjado este asunto y no lo retomaré salvo que por la propia (mala) conceptuación la interpretación de una escena (¡o imagen!) resulte constatablemente errónea, lo que no sé ni espero que suceda. No, Vertigo -y 10.000 películas más- no es música para imagen, sino música para cine, porque la música abarca campos visuales y no visuales que son muchísimo más hondos y de mayor calado. Román va a disertar sobre todo esto, que es lo realmente interesante, y por esa razón he querido dejar constancia de lo mucho que me desagrada esa manera de llamar a la música del audiovisual.
Y ahora, ya sí, me zambullo con muchas ganas en este libro que, estoy seguro, abrirá nuevos caminos al conocimiento.
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