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(CASI) TODO SOBRE MORRICONE

03/05/2022 | Por: Conrado Xalabarder | 2 comentarios
CRONICAS

El respeto y admiración tanto en lo personal como en lo artístico de Giuseppe Tornatore por Ennio Morricone -que fue correspondido- estaba destinado a ser demostrado más allá de las películas que hicieron juntos. En 2018 salió al mercado un libro, Ennio. Un maestro. Conversazione (HarperCollins), y aproximadamente por esa época se empezaba a gestar este documental, con otro título, que se hizo en vida y para ser estrenado en vida del maestro romano pero que ha visto la luz (¡por fin!), casi dos años después de su muerte, ocurrida el 6 de julio de 2020. Desconozco las razones de tanto retraso, pero Ennio: el Maestro (Giuseppe Tornatore, 2022) es un documental de 150 minutos con una premisa muy difícil: intentar compilar muchísimos aspectos (vitales, temporales, creativos, profesionales, conceptuales...) de un genio logrando que quepa todo, que tenga coherencia y que además resulte vendible. Y sospecho que uno de los motivos de la demora puede haber sido la lucha por encontrar en la sala de montaje (tantas veces convertida en lugar de tormento) dos equilibrios simultáneos y complementarios: uno entre el contenido y el continente y el otro entre lo sustancial y lo superficial, entendiendo el contenido como lo que se explica, el continente cómo se presenta, lo sustancial la materia de interés y lo superficial la materia de emoción, que no es algo malo pues ayuda a aligerar y sobre todo hacer el documental más comercial y accesible a un público que probablemente ni conozca la mayor parte de los directores que aparecen ni las películas que son citadas.

No quiero parecer elitista sino realista: en los últimos años de su vida Morricone, cual rock star, llenó inmensos escenarios totalizando cientos de miles de personas que acudieron a escucharle y sobre todo a verle, un mercado tentador que a ninguno de los productores (y Tornatore no figura como tal) se le puede haber escapado. Solo así se explica el desfile de estrellas que lucen mucho pero dicen bien poco: el documental está inflado de elogios hiperbólicos y alabanzas hasta con referencias religiosas, muy sinceras pero que no aportan demasiado (o incluso nada) sobre quién era Morricone ni la dimensión de sus bandas sonoras. John Williams, quizás, haya sido el peor de todos pues precisamente de él era esperable mucho más que palabras elegantes y bonitas, que se agradecen, pero el maestro nada dice sobre su lenguaje musical o su relevancia cinematográfica, ni un solo momento en las más de quinientas bandas sonoras de Morricone es citado por Williams. Hans Zimmer, al menos, hace aportaciones más prácticas e instructivas sobre la música. Son breves, pero algo es algo. A este documental le falta la presencia de más colegas y le sobran músicos que no son cineastas: Bruce Springsteen, Pat Metheny, Zucchero, James Hetfield, Laura Pausini o la maravillosa cantante portuguesa Dulce Pontes no aportan mucho más que obvias celebraciones. Y, por contra, por ejemplo, Edda Dell'Orso es entrevistada pero ella, que tantas cosas podría contar, apenas aparece. ¿Pero quién conoce a Edda Dell'Orso? Aparte de Williams y Zimmer, también intervienen Quincy Jones, Nicola Piovani, Franco Piersanti y Mychael Danna.

Y pese a lo que he expuesto el documental dedica amplio espacio a aspectos apasionantes de y sobre Morricone, de su obra y sobre su persona. Es muy meritorio, y probablemente haya sido una lucha de Tornatore en la sala de montaje, que haya habido cabida no solo para las joyas de la Corona, las películas más populares, sino también para algunas de las que la abrumadora mayoría de esos cientos de miles de asistentes a sus conciertos ni conocen de su existencia ni tampoco de su música: se dedica incluso tiempo a su banda sonora rechazada para The Bible (66), así como a películas italianas de los sesenta y setenta, e intervienen directores como Marco Bellocchio, Lina Wertmüller, Bernardo Bertolucci, Dario Argento, Liliana Cavani, Giuliano Montaldo, Roberto Faenza o los hermanos Taviani por la parte italiana, y Quentin Tarantino, Oliver Stone, Brian De Palma o Terrence Malick (en grabación de voz), en un plano internacional. Varios de ellos dan testimonios muy interesantes y divertidas anécdotas.

Desde sus mismísimos comienzos, Morricone no ocultó su resentimiento con todos aquellos colegas que durante tanto tiempo le menospreciaron, incluyendo tambien a su admirado maestro Goffredo Petrassi. Morricone sufrió humillación durante sus estudios en el Conservatorio de Santa Cecilia en Roma, rodeado de estudiantes de familias pudientes frente a los que él era el hijo del trompetista. Sus primeros trabajos como arreglista y en el cine le despertaron angustia por sentir que estaba traicionando los principios de la música absoluta, y llegó a firmar sus primeras bandas sonoras con seudónimo por pura vergüenza. No cerró esta crisis hasta muy avanzada su carrera, cuando quienes no le habían aceptado le reconocieron como compositor y le pidieron perdón, y él mismo encontró un equilibrio creativo entre las músicas de concierto y las de cine.

La primera media hora del documental se dedica a recordar sus trabajos y aportaciones como arreglista en la RCA, en los años sesenta, aportaciones novedosas y revolucionarias que cambiaron la canción italiana y le hizo responsable de los éxitos de Dino, Gianni Meccia, Mina o Gianni Morandi (canciones tan memorables como Sapore di sale, Il mondo, Se telefonando...), a la par que evolucionaba como compositor y se integraba en el famoso Gruppo di Improvvisazione Nuova Consonanza, del que sacaría provecho en algunas películas. Es todo este bloque muy interesante, sin apenas interferencias superficiales (en el sentido antes dado) y es determinante para atisbar los rasgos característicos que moldearían la personalidad del compositor.

Conocer -reencontrarse, más bien- con Sergio Leone, su antiguo y olvidado compañero de clase, le cambió la vida y en el documental es también un punto de inflexión, a partir del que se explican muchas anécdotas, conflictos, determinaciones y hasta plantes frente al propio Leone o Pier Paolo Pasolini en defensa de su propia integridad como músico. No es intención de este artículo desgranar lo que se relata en el documental, pues toda persona que ame la música de cine debería verlo y encontrarse con todo lo muy bueno que aporta, especialmente en los aspectos musicales y éticos. Curiosamente Morricone afirma odiar la melodía, pero pese a ello fue el autor de algunas melodías más memorables para el cine. Podría parecer una contradicción pero es la constatación de su compromiso con el arte en el que se implicó para ser -a juicio de quien esto escribe- el más grande: si diez buenos compositores trabajan con el mismo director y escriben la música de la misma película todos escribirán música muy diferente. Este razonamiento evidencia lo difícil que es escribir música para películas, porque si hay diversas soluciones, la parte más complicada del trabajo de un compositor es saber cuál es la música adecuada, cuál se integra mejor. Esta es la agonía del compositor, afirma antes de emocionarse.

De las tres perspectivas que cualquier compositor de cine que sea cineasta puede aportar (la humana, la musical y la cinematográfica) son la humana y la musical las que predominan en este documental, y la cinematográfica se circunscribe más a lo histórico y anecdótico que a lo dramatúrgico o narrativo. Pero por encima de todo ello se aporta un punto de vista, como escribe Kristian Sensini en su reseña para MundoBSO Ennio Morricone desde el corazón, decididamente italiano, diría que casi neorrealista, y sin un pietismo fácil asistimos al relato de las miles de dificultades que el compositor afronta cada día de su vida, a las angustias, las dudas y los segundos pensamientos. Pero sobre todo, a la determinación de defender su obra, su dignidad y el respeto a la música. Esta dignidad y respeto a su arte es el tema principal de la banda sonora de este documental y lo que Tornatore mejor ha sabido focalizar, alcanzando momentos de intensa emotividad por la carga de profundidad que Morricone muestra con su testimonio.

Además de los aspectos musicológicos y de su vinculación al cine, este documental exhibe a un compositor de personalidad amable pero complicada, deliciosamente testarudo y seguro de sí mismo, devoto de su mujer María y creo que también desmemoriado: es completamente absurdo, por ejemplo, que afirme no saber cómo fue que los tres grandes temas de The Mission (86) -el del padre Gabriel, el de la misión jesuita y el de los guaraníes- acabaran formando un todo. Es absurdo, extraño y bizarro que no recuerde que (como en el vídeo que adjunto se demuestra claramente) todo respondía a la lógica natural de un arquitecto de la narración y apasionado del ajedrez y del movimiento de sus fichas. Es completamente absurdo que una de las mejores bandas sonoras de la Historia del Cine no haya salido de una planificación metódica y calculada sino de una bendita elevación mística. Morricone tiene esa magia, este documental muestra mucha de esa magia y pese a sus inconvenientes tiene momentos tan conmovedores que solo queda esperar que Tornatore tenga -como sospecho que tiene-muchas más horas de material que mostrar de y sobre este absoluto genio que fue mi amado Ennio Morricone.

Mi puntuación del documental: 8/10

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Usuario: Javier González Moreno
Fecha de publicación: 19.05.2022
El documental es una delicia, una declaración de amor y devoción inmensa de Tornatore a Morricone. Esos montajes del maestro haciendo ejercicio y dirigiendo la orquesta invisible en su casa son mágicos.
El retrato del hombre y del músico queda perfectamente explicado, quizá no tanto el de cineasta. Me ha dado la impresión de que se habla bastante más de música que de cine. Sería maravilloso que se pudiera hacer un montaje en formato miniserie (quizá un capítulo por década) y así poder profundizar mucho más en el apartado cinematográfico de sus trabajos, además de nombrar otras obras que no aparecen en el docu. Estoy seguro que con la gran cantidad de personajes entrevistados (algunos de ellos salen muy poco) hay material de sobra para hacerlo. No obstante, sin ser perfecto, un precioso documental que hace justicia a la enormidad del personaje.
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Usuario: Ángel González
Fecha de publicación: 04.05.2022
Comenzaré por decir que este, de entre los distintos comentarios que he hecho a lo largo de los últimos años, va a ser el único que parte de algo que no he visto. Al menos, que recuerde. Realmente no voy a hablar del documental, sino de la figura de quien trata. Realmente me horroriza lo hagiográfico, y creo que al propio Morricone tampoco le gustaban los halagos superfluos, aunque sí el reconocimiento. Pero son dos cosas diferentes: el reconocimiento creo que lo entendía desde un punto de vista más intelectual, de que se comprendiese su lenguaje musical, su intencionalidad, su capacidad de generar subtexto… Sería como comprender las jugadas de sus partidas de ajedrez, más que reverenciar su puesta en escena. Esa es mi opinión personal, claro.

Retomaré un texto que en su día comencé a escribir con el fallecimiento de Morricone, pero que ahí se había quedado. Casi dos años más tarde, con “a priori” más distancia emocional, curiosamente sigo pensando lo mismo.

El encuentro entre cine y música es maravilloso, mejor o peor según los casos. Pero ya hace muchos años me topé con un gran descubrimiento: pensé que dicho encuentro podría ser todavía más que eso. Solo con el paso de los años conseguí entender mejor que la música no solo forma parte del cine (o puede formarla), sino que una buena música aplicada al cine, televisión, teatro... permite a esa película, serie u obra alcanzar niveles de comunicación (o, al menos, de síntesis del mensaje o expresividad) superiores a lo que esa obra conseguiría sin ella. No quiere decir que no se puedan lograr grandes obras sin música, lo cual sería rotundamente falso, pero sí creo que la expresión comunicativa puede ser más rica incluso con una intervención mínima.

Bueno, eso es la teoría, pero también algo que busco cada vez que veo cine, TV... Y muy pocas personas me he encontrado que hayan entendido el arte que supone alcanzar ese logro: los músicos me hablan de música con criterios musicológicos o pseudomusicológicos, que es peor; y los del mundo del cine me hablan muchas veces del subrayado, la emoción... Pero creo que no entienden que la música aplicada es una disciplina aparte, con una altísima complejidad por la necesidad de conjugar muchas variables distintas. Toda esa complejidad con la que creo que Morricone siempre ha lidiado: una búsqueda del equilibrio perfecto entre lo emocional e intelectual de la voz propia, el mensaje que debe llegar al público y cómo debe llegarle, el mensaje que debe llegarle al director/a y cómo ha de transmitírsele, la necesidad de ajustarse a un presupuesto, las ganas de narrar con la música y ejercer de subtexto cuando sea necesario...

Pues con Ennio Morricone pienso que he hecho todo el proceso, desde la conexión emocional más evidente (a mí me pasó con a A fistful of dollars, no sabiendo en aquel momento que sus dos temas centrales eran refritos, pero que encajaban de maravilla con aquel western atípico) hasta el descubrimiento de un arte poliédrico como el de la música aplicada. Y es que nadie mejor que un artista poliédrico como él para asentarlo y alcanzar nuevas cotas.

De Ennio Morricone me fascina la complejidad subyacente en la simplicidad de algunas de sus propuestas. Me fascina que haya sido una persona inquieta siempre en busca de respuestas y, aún mejor, haciéndose preguntas. Me fascina la dualidad en su música: desde la vanguardia y experimentación (con y sin su Nuova Consonanza), hasta la concisión compositiva para su conexión con el público. Me fascina ese “melting pot” de influencias musicales que sin embargo dio como resultado un estilo propio e inconfundible. Me fascina su audacia e inconformismo en tiempos donde se jugaba el sustento, pero también su capacidad de adaptación y la responsabilidad que sentía por la influencia de su música en el éxito comercial o no de las películas en las que trabajaba. Parece que siempre ha estado sobre una fina cuerda de metal, pero no quieto, sino creando un repertorio de trucos o piruetas como un funambulista.

De Ennio Morricone sobre todo me fascina el poder de su música y de hacer cine, aunque haya músicas suyas que no me gustan. Ejemplos que siempre me vienen a la cabexa: L’umanoide, Bulworth… aunque incluso en ellas haya algunas ideas que merecen reflexión, dentro del desajustado o desenfocado resultado final.

Morricone siempre estará presente, no solo a través de su maravillosa capacidad melódica (¡parece mentira sabiendo su gusto por la atonalidad!), sino a través de su búsqueda constante de timbres, armonías, fórmulas experimentales… Y sobre todo siempre estará presente en su legado. Ya no hablo de determinadas obras suyas que me encantan y que el denomina música absoluta (ej: Vidi acquam id est benacum, Voci dal silenzio, etc.), o de su experimentalísima participación en el proyecto colectivo con Nuova Consonanza (aún recuerdo la sensación tras la primera escucha de Lip service de su The private sea of dreams). Hablo de cine.

Entre otras cosas, para mí Morricone (muchos SPOILERS)...:

• Es un objeto cotidiano que se vuelve parte esencial de una historia: como el reloj de Per qualque dollare in piú.
• Es entrar en la mente de un personaje, y mostrarnos a Noodles pensando en Deborah antes incluso de que ella salga en plano, en Once upon a time in America.
• Es un héroe arquetípico que, con una escena de amor en Il grande silenzio, se vuelve de carne y hueso y vulnerable, haciéndonos dudar de que vaya a salir de esta.
• Es transformar un tema individual en uno compartido, como descubrir en Orca el paralelismo de Nolan y la orca ante el sentimiento de pérdida.
• Es trascender del personaje de Jill para dar significado a la nueva América de Jill, en C’era una volta il West.
• Es el misterio de la inmortalidad, en Mission to Mars.
• Es ironía, o cómo conseguir que un tema estático en apariencia cambie de significado por completo, como en Indagine si un cittadino al di sopra sospetto, en Revolver (y qué claro homenaje vio Tarantino en Inglorious bastards) o en el tema “parisino” de Frantic.
• Es la luz interior de La Califfa alumbrando un marco social conflictivo y desesperanzado.
• Es la capacidad para hacernos dudar de que García Lorca puede estar vivo, y finalmente convencernos, al igual que se convence Alfredo Landa en La luz prodigiosa.
• Es el soldado Erickson recordando la humanidad perdida en las guerras, en Casualties of war.
• Es el trovador que trasciende a Sacco y Vanzetti y los transforma en símbolos de la libertad.
• Es un spoiler, como en Spasmo o Una pura formalitá, permitiéndonos saber la resolución antes incluso de que nos demos cuenta de ella.
• Es la conflicto interno entre la represión emocional y la necesidad de amar de La monaca di Monza, o entre la capacidad de amar pero incapacidad de demostrar amor en La dame aux camèlias.
• Es una premonición, como el aviso de la tormenta que llegará y lo pondrá todo patas arriba tras la última diligencia a Red Rock, en The Hateful Eight.
• Es la deshumanización industrial en La classe operaia va in Paradiso.
• Es la capacidad de síntesis para mostrar la ambigüedad moral de unos personajes (Bugsy, State of grace), o simplemente la duda (White dog).
• Es mirar piel adentro y mostrar la fragilidad de los personajes, como en Lolita (un viaje de tres sílabas reproducido musicalmente).
• Es la simbiosis entre el amor de madre y la capacidad de levantarse una y otra vez, en La sconosciuta.
• Es la comunión entre culturas, y entre lo espiritual y lo humano, en The mission, pero también en Una casa brucciata.
• Es una vuelta de tuerca a las músicas tóxicas, como la música maldita pero bellísima que marca el amor de Anabella y su hermano en Addio fratello crudele.
• Es la dignidad de las clases desfavorecidas en Novecento, L’uomo delle stelle, Cefalonia, City of joy, etc.
• Es la libertad formal para mostrar atmósferas opresivas (Gli occhi freddi della paura), o es la plasmación de personalidades complejas u obsesivas (Un tranquillo posto di campagna, La sindrome di Stendhal).
• Es trascender a la lectura fácil y a las propias limitaciones de la película, como en Wolf, dando una vuelta de tuerca a cuál es la vertiente humana y cuál es la animal.
• Es la imprevisibilidad del Infierno en plena Tierra al que llega Sean Penn como consecuencia de sus propios actos, como en U-turn.
• Pero también es la búsqueda del Paraíso más terrenal, en Il buono, il brutto e il cativo.

Tal vez algunas sean interpretaciones simplemente personales. No obstante la conclusión que saco es que, en efecto, Morricone es ajedrez. No siempre ha salido bien, pero en muchas ocasiones sí. Y creo que su riesgo merece reconocimiento y -al menos, en mi caso- admiración.
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