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NUEVOS TIEMPOS (IX): FRANCESES E INGLESES EN LOS CINCUENTA

27/12/2018 | Por: Conrado Xalabarder
HISTORIA

Capítulo anterior: Nuevos tiempos (VIII): Tres grandes en segunda línea.

Procedente de los filmes de Jean Cocteau en los cuarenta, Georges Auric atravesó el canal de La Mancha y se instaló en Inglaterra para algunos títulos de los estudios Ealing, como Passport to Pimlico (49) y The Lavender Hill Mob (52), aunque conseguiría mayor repercusión gracias al filme de John Huston, Moulin Rouge (52) y al de William Wyler, Roman Holiday (53). Su elegancia se plasmó en los melodramas Heaven Knows, Mrs. Allison (57), de nuevo a las órdenes de Huston, y Bonjour tristesse (58), de Otto Preminger, una de sus obras más populares. Alternó estos trabajos con filmes de directores galos, destacandose Le salaire de la peur (53), de Henri-Georges Clouzot. Fue sombrío y fatalista en Du Rififi chez les hommes (55), de Jules Dassin, donde recurrió en parte a la música jazz. Fue esplendoroso en Lola Montes (55), de Max Ophüls, haciendo un recorrido melódico por todas las etapas vitales de la protagonista (el filme narra la trágica vida de Lola Montes, que de ser una reconocida espía acabó siendo una atracción de circo, tras haber sido la amante de varios hombres importantes), con temas marciales, valses, y temas circenses, pero siempre con un tono de tristeza. Y, finalmente, en Gervaise (56), de René Clement, mostró una cuidada vena delicada y sensible.

Por su parte, Joseph Kosma tuvo una actividad muy productiva. De sus películas, las más notables fueron la bucólica Juliette ou la clé des songes (50), de Marcel Carné, donde acompañó los sueños del protagonista y su aventura romántica y onírica, así como los filmes de Jean Renoir Elena et les hommes (56) y Le testament du Docteir Cordelier (59).

A Gran Bretaña llegaron nuevos nombres que serían importantes a partir de los sesenta. Uno fue Malcolm Arnold, que combinó su labor concertista con la escritura de partituras para películas de David Lean, como The Sound Barrier (52) o singularmente la popular y dramática The Bridge on the River Kwai (57). También se inició John Addison, en filmes como Seven Days to Noon (50), Lucky Jim (57) o especialmente Look Back in Anger (58), de Tony Richardson, primera de sus participaciones en el movimiento cinematográfico británico Free Cinema, que encontró su esplendor a principios de los sesenta.

Los cincuenta son importantes en el cine británico por la creación de los estudios Hammer. En febrero de 1949 nació oficialmente esta pequeña pero singular productora, que en breve alcanzó inmensa popularidad por su peculiar tratamiento de criaturas del género de terror, como vampiros, hombres lobo, momias o zombies. Sus raíces se remontan a principios de siglo, cuando un español, Enrique Carreras, compró una sala cinematográfica en Hammersmith, donde junto a William Hinds -quien se apodaría William Hammer-, exhibía producciones propias y ajenas. En los cincuenta alcanzó un notable éxito comercial gracias a The Quatermass Experiment (56) y se consolidó, junto con la Ealing y la Rank, como el estudio más importante del cine británico. El tratamiento visual de sus modestos filmes fue significativo: fotografía de colores muy vivos, grandes decorados (reutilizados hasta la saciedad), argumentos que primaban los aspectos más sensuales, etc. La Hammer fue acertadamente definida como la creadora del terror gótico. Actores como Christopher Lee o Peter Cushing fueron sus rostros más conocidos, que contribuyeron a elevar sus películas a la categoría de pequeños clásicos del género. El estudio recuperó para el cine el mito de Drácula en diversos títulos, fomentando siempre los aspectos eróticos junto a los terroríficos. Cabe recordar, en este sentido, que fue presentado como el terrorífico amante y que la mayor parte de sus producciones tuvieron la calificación ‘X’ (solo para adultos). Terence Fisher fue el director más relevante, y contó con la participación de diversos músicos, entre los que sobresalió James Bernard, quien había trabajado en The Quatermass Experiment y destacó en este período en filmes como The Curse of Frankenstein (57), Dracula (58) o The Hound of the Baskervilles (59), dirigidos por Fisher. La de Drácula fue una partitura pionera en lo que sería conocida como el género de la música del horror gótico. Las partituras que combinaban lo recargado con lo profundamente dramático y un romanticismo delicadado serían una seña de identidad en el estudio y en el compositor, y durante los sesenta seguiría en la misma línea.

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