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En los años cincuenta, tres grandes compositores trabajaron mucho y bien, pero sus nombres quedaron algo a la sombra con respecto a otros que serían mucho más conocidos.
En Metro Goldwyn Mayer los criterios musicales eran bastante rígidos, pero John Green pudo sortear las imposiciones estéticas del estudio y escribir sus partituras con cierta libertad. Había comenzado su carrera en la Paramount y luego pasó por la MGM y la Universal, hasta que volvió a la Metro Goldwyn Mayer en 1949, en calidad de jefe de departamento musical. Se responsabilizó de musicales como An American in Paris (51) o Brigadoon (54). Por lo que respecta a su creación en filmes dramáticos, completó la partitura de Raintree County (57), una de las más variadas desde una perspectiva temática, con melodías que reflejaban los ambientes de la Indiana de mediados del XIX. Fue una de sus escasas oportunidades para escribir música original en los cincuenta. Frank Skinner, por su parte, había estado trabajando durante más de treinta años al servicio de la Universal, en una amplia diversidad de géneros. Pero fue en los cincuenta cuando encontró su mejor momento gracias a su fructífera colaboración con el director Douglas Sirk, conocido como el rey de los melodramas, al que ayudó con sus partituras para Magnificent Obsession (54) Written On the Wind (57) y especialmente las sublimes The Tarnished Angels (58) e Imitation of Life (59), aplicando un sensible tratamiento en la construcción de melodías de gran romanticismo. Finalmente, Jerome Moross tuvo una amplia carrera como concertista, en tanto su aportación cinematográfica fue escasa en títulos, pero de elevada importancia. Su creación más conocida es la más relevante: el western The Big Country (58), que ayudó a cambiar el estilo del género, dándole un tono bastante más americanizado que Dimitri Tiomkin y que en la década siguiente sería consolidado por Elmer Bernstein. Aquí, escribió una partitura con un tema principal imponente y sinfónico, reflejo de la amplitud de los abiertos espacios. El compositor afirmó:
Recuerdo que, como la película empezaba con caballos y diligencias atravesando a toda velocidad las grandes llanuras, tuve la sensación de retroceder en el tiempo más de veintiún años, la primera ocasión en que conocí el Oeste. Viajaba en autocar de Chicago a Los Ángeles y, mientras cruzábamos las praderas me impresioné tanto que me bajé en Alburquerque y paseé por sus campos, sintiendo una maravillosa sensación de soledad en su vasta llanura, con las montañas cortando el horizonte. Cuando tuve que escribir el tema principal de Horizontes de grandeza todo vino automáticamente (CD «The Big Country». Silva Screen)
La influencia de la música de Aaron Copland se extendió también en otro trabajo suyo relevante, The Adventures of Huckleberry Finn (60), con idéntico poder evocador. Los tres compositores mantendrían su buen nivel en la década siguiente.