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LA PARTE DEL TODO

14/07/2021 | Por: Conrado Xalabarder
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Por Manuel Báez

En la encuesta llevada a cabo por MundoBSO a los compositores y compositoras españoles sobre la Orden CUD/582/2020, por la que se establecen las bases reguladoras de las ayudas estatales para la producción de largometrajes y de cortometrajes, se pone de manifiesto la percepción de los profesionales sobre la aplicación de las medidas de discriminación positiva para reducir la brecha de género existente en el sector.

Las respuestas y comentarios de las personas participantes han sido expuestas en tres artículos:

Además de los análisis cuantitativos, muy interesantes por el tratamiento de datos y la fiabilidad y validez, me han llamado la atención las valoraciones cualitativas, desglosadas en el segundo artículo, que parecen mostrar una clara polarización en las posturas. Partamos del hecho de que no estoy criticando las opiniones vertidas, ni restándole veracidad a las mismas. Hablo de las tendencias observadas, desde la perspectiva de la noción de igualdad o desigualdad, a rasgos generales: tenemos, por un lado, una parte del sector que se considera damnificada (hombres). En términos generales, su postura parece tomar la parte por el todo: refieren casos de pillería y abuso o mal uso de las subvenciones, estableciendo de forma implícita que esas malas prácticas justifican que debe acabarse con toda discriminación positiva en la industria. Además, parecen considerar que la discriminación no es tal o es menos importante de lo que se considera, algo que los hechos parecen negar.

La otra parte, beneficiaria de las medidas de discriminación positiva (mujeres) parece no ser consciente de que esas malas prácticas existen por la falta de control, focalizándose en los aspectos positivos. Sin embargo, si no existe un control y se permite un uso indiscriminado de la picaresca, posiblemente la medida no alcance los objetivos deseados, por lo que sería un aspecto muy importante a tratar.

Entre las malas prácticas referidas encontramos aspectos tan nocivos para el sector como para las políticas de igualdad real: utilización de compositores hombres no acreditados; menor remuneración al contratar a mujeres, a pesar de que redunda en incentivos económicos y fiscales; despedir a la compositora una vez que se ha cobrado una subvención… esto pone de manifiesto la necesidad de control para evitar la inefectividad de las medidas que, lejos de mejorar la brecha salarial de género, la perpetuaría. Si las mujeres contratadas cobran menos o son utilizadas por motivos económicos, la situación no mejorará. Habrá más trabajo, pero será de mala calidad.

Caben sobre las opiniones cualitativas diferentes análisis e interpretaciones, sin pretender en ningún momento ofender a quienes emiten esas opiniones. Uno de los análisis pasa por considerar el aspecto ideológico: algunas de las opiniones cualitativas expresadas se refieren de forma directa o indirecta a aspectos ideológicos políticos concretos. Sin embargo, es dudoso pensar que todas las opiniones partan de sectores en contra de las medidas de igualdad, y muchas no parecen volcarse en forma alguna en ese sentido. Otra posible interpretación se basaría en los llamados estudio de caso único: experiencias personales o conocimientos de experiencia directa de personas que han realizado esas malas prácticas, que se toman como si fueran la tónica general. Si bien, estadísticamente hablando, estos datos son irrelevantes, es cierto que hablamos de sector profesional de nicho, por lo que dos o tres casos pueden ser un porcentaje significativo que, además, ponen el foco en la posibilidad de aplicar esas malas prácticas sin consecuencias por la falta de control de la administración. ¿De qué sirve contratar a compositoras si se les va a pagar menos, minusvalorando su talento y su formación y capacidad de trabajo? Y, aún peor, ¿de qué sirve contratar a compositoras para despedirlas una vez cobrada la subvención? Esto no solo no fomentaría la igualdad real y efectiva, principio básico de igualdad en la UE, sino que ahondaría en la comentada brecha de género.

Sin embargo, la posición que toma los elementos corruptos de la medida para ejemplificar que esa medida (o toda medida) es negativa está tomando la parte (los casos en los que la medida se aplica mal) por el todo. No es que esos casos no deban estudiarse y castigarse, pero no por ello debemos considerar que la medida, en sí, es nociva. Deberíamos intentar mejorarla y evitar en la medida de lo posible esas malas actuaciones. La discriminación positiva en minusvalías y diversidad funcional ha permitido la integración de personas con dificultades en la vida laboral y, por ende, social. Y no ha estado exenta de picaresca y pillería por una parte, que no por el todo. Igual que siempre hay una ley que tiene casos de aplicación injusta, pero ello se convierte en una mala ley: siempre cabe la mejora.

Ahora bien, obviar la realidad (que existen malas prácticas) de un mercado que, repito, es de nicho y con contrataciones individuales, y hablar únicamente de la discriminación positiva como ley y no como parte de un proceso es, igualmente, tomar la parte por el todo. Si analizamos el impacto de la medida obviando la depreciación de sueldos y condiciones laborales y la estafa al propio sistema, analizamos solo una parte de ese impacto positivo. Además, analizaríamos una parte del proceso como si fuera el proceso en sí. Sesgamos nuestro análisis.

La discriminación positiva no es la única vía para revertir una situación a todas luces injusta con las mujeres, sino que forma parte de un proceso, un todo, en el que las autoridades parecen hacer, en lo que se refiere a este sector, solo hincapié en la parte. Es más, lo primero que habría de hacerse es tener en cuenta la idiosincrasia del sector, realizando estudios previos sobre las condiciones laborales y la precariedad laboral (de nada sirve que las mujeres tengan trabajo si las condiciones son precarias) para estudiar una batería de medidas que no sean cortoplacistas.

La propia discriminación positiva, para ser efectiva en su objetivo, requiere control y seguimiento exhaustivo. Esto evitaría situaciones como las comentadas, en las que las mujeres seguirían cobrando menos que los hombres, o en las que fueran incluso despedidas una vez cobrada la subvención, además de evitar la falsa acreditación a la que se hace referencia, que perpetúa la tan nefasta tradición de, perdón por el uso del coloquialismo, negros literarios, personas que hacen todo el trabajo en la sombra sin que se reconozca la autoría de su creación. El control es fundamental para avanzar en igualdad.

Ni podemos tomar únicamente los casos negativos como medida, ni podemos creer que la mera aplicación de políticas de discriminación positiva (sin control) pueden servir para cambiar la sociedad. El control debe ser firme y la penalización de las malas prácticas, ejemplar. Pero no podemos quedarnos en medidas de discriminación positivas que, además, no mejoran per se la situación del conjunto de las mujeres y que se centran en la situación presente. Existen problemas de los que no se habla y que afectan a diferentes sectores del mundo de la composición y la música: los prejuicios machistas y la falta de educación temprana en la música. Para cambiar realmente esta situación, debemos luchar para desterrar mitos tan absurdos y estúpidos como extendidos, como que los hombres son mejores compositores y las mujeres mejores intérpretes, o que las mujeres no sirven para hacer música de acción. Además, hace falta educación pública, universal y de calidad en materia de música.

Como profesor de música moderna, he tenido en el pasado sobre una centena de alumnos. Solo tres fueron mujeres que se sentían alienadas, porque su propio entorno las disuadía porque la guitarra eléctrica no es para mujeres. Hay más mujeres violinistas que hombres, pero pocas se dedican al campo de la dirección orquestal. Todos estos problemas derivan, a mi juicio, de aspectos que no se trabajan: volvemos a la educación.

Para atraer a más mujeres al mercado y que llegue el día en que logremos la ansiada igualdad real y efectiva, necesitamos apoyar la música en el entorno donde se crea futuro, en los centros de educación pública y mejorar la perspectiva profesional de las personas que se dedican a la composición para hacerlo más atractivo. Igualmente, debemos empezar a considerar el cine y sus diferentes elementos en el entorno educativo, al mismo nivel que la literatura u otras artes, de forma que aumente el interés y el consumo de la forma artística más popular de nuestros días.

Si vamos a ser ambiciosos, seámoslo de verdad. Cambiemos el futuro, no a través del cortoplacismo, sino para siempre. Una educación musical y audiovisual de calidad no solo normalizará la participación de la mujer en la composición de música en el entorno audiovisual y acabará con la brecha de género, sino que reforzará el consumo del sector y atraerá a las niñas de hoy para ser compositoras mañana.

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