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Duodécima entrega de esta serie personal en la que explicamos sin orden de preferencia cuáles son, a juicio de Conrado Xalabarder, las mejores bandas sonoras de la Historia.
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12.- YOUNG FRANKENSTEIN (Mel Brooks, 1974). Música: John Morris.
Le dije a John que me diera un tema que definiera la emoción de la película. Se le ocurrió una melodía que superaba todos mis sueños (Mel Brooks)
He explicado muchas veces que descubrí la música de cine gracias a John Morris y al impacto que me causó The Elephant Man (80) siendo yo adolescente. Unos años atrás, siendo niño, había reído a carcajadas viendo con mi padre y mis hermanos Young Frankenstein (74), aunque recuerdo vivamente preguntar varias veces a mi padre o a mi hermano mayor ¿de qué se ríen? en los chistes o gags picantes, que a mí se me escapaban (y sin obtener respuesta de ellos, por cierto). Pero recuerdo muchísimo aquella música, era imposible no darse cuenta de ella, te arrastraba hacia ella y hacia la película. Exceptuando las canciones de Mary Poppins (64) o a Albert Finney brincando al son del Thank You Very Much de Scrooge (70) no tengo memoria de que a la salida del cine me llevara conmigo la música de una película, pero la de Young Frankenstein la estuve tatareando incontables veces. En algún momento de mi vida -y mi memoria aquí no es precisa- relacioné el John Morris de The Elephant Man con aquella melodía que se me quedó grabada con 9 o 10 años, y entonces me enamoré perdidamente de John Morris. Y hasta hoy, que sigo pensando que cambió mi vida. Cada persona que ama la música de cine tiene una historia de amor que contar sobre la música de cine, y esta es la mía.
Pero mucho más allá de lo sentimental, viendo la película de Mel Brooks analíticamente, es fácil llegar a la conclusión y poder demostrar que el uso de la música es rotundamente magistral, en lo musical y en lo narrativo. En lo musical lo es entre otras razones porque la canción de cuna transilvanesa -bellísima de por sí e idónea para ser utilizada para apaciguar al monstruo- se crece con ese prodigioso violín solista marcando un extraordinario obbligato y se crece aún más con el obbligato de la trompa cuando aparece para complementar la melodía en la escena donde intentan atraer al monstruo de vuelta al castillo.
En lo cinematográfico todo en la música es inteligencia: el tema se presenta en créditos de modo completo, lo que permite que la audiencia se familiarice con una melodía que será fundamental en la historia porque tendrá un uso diegético (los personajes la tocan y/o la escuchan, la conocen) y también extradiegético, cuando está dirigida solo a la audiencia. El tema se fragmenta frecuentemente en pequeñas piezas que evocan el tema completo sin tener que colocarlo nuevamente completo, lo que sirve tanto para las referencias como para enfatizar la comedia. Y el tema -enseguida convertido en el principal- discurre a lo largo de la película haciendo partícipe a la audiencia de sus vaivenes entre la emoción y las risas, porque la música juega admirablemente a dos bandas que funcionan tanto por separado como unidas: ser muy emotiva y ser muy divertida. Lo podemos observar en la escena que antes he comentado de la llamada al monstruo para que regrese al castillo, donde el tema pasa de diégesis a extradiégesis y de regreso a la diégesis de un modo tan natural como hilarante.
Es increíble que esta banda sonora no fuera finalista al Oscar. Ese año hubo pesos muy pesados, pero honestamente no puedo entender que le pasara por delante la (estupenda) banda sonora de Shanks (74), de Alex North, teniendo en cuenta lo determinante que es la música de Morris para el éxito no ya comercial sino artístico de la película. Pero eso ya da igual porque la música de John Morris para Young Frankenstein sigue cincuenta años después en el grupo de cabeza de las mejores bandas sonoras de comedia de todos los tiempos. Para mí, la mejor.
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