Sexta entrega de esta serie personal en la que explicamos sin orden de preferencia cuáles son, a juicio de Conrado Xalabarder, las mejores bandas sonoras de la Historia.
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6.- TWO FOR THE ROAD (Stanley Donen, 1967). Música: Henry Mancini
Mis Henry Mancini favoritos son aquellos que mantienen en sus temas principales un perfecto equilibro entre la belleza y la tristeza, entre el amor y el desamor, entre la luz y la oscuridad. Un Yin y Yang que muestra hasta qué punto el compositor comprendió la dualidad de las emociones y de las relaciones humanas, como sucede por ejemplo en las canciones Moon River, de Breakfast at Tiffany's (61), Days of Wine and Roses, del filme homónimo de 1962, It's Easy to Say, de 10 (79), Crazy World, de Victor/Victoria (82), Life in a Looking Glass, de That's Life! (86) o el tema principal instrumental de I girasoli (70). Y también sucede, especialmente, con la banda sonora de Two for the Road, a mi parecer su creación más dramatúrgica, más íntimamente comprometida con el relato y con los personajes protagonistas.
A Mancini se le vincula popularmente con las músicas dérmicas, hechas para gustar y emocionar, y parte de su obra responde a ese patrón, que no tiene nada de malo: Hatari! (62) o The Pink Panther (63) o The Great Race (65), entre otras, son maravillosas bandas sonoras muy focalizadas hacia la audiencia. Mancini se avanzó décadas a Hans Zimmer y su máxima de que la música debe ayudar a facilitar una experiencia única a la audiencia. Pero como también sostiene Zimmer -y muchos compositores más- la música ha de ayudar a crear película, y Mancini tiene unas cuantas películas en su haber donde su participación no es nada superficial (¡no es peyorativo!) sino profundamente dramatúrgica: The Night Visitor (70), Harry and Son (84) o The Glass Menagerie (87) pertenecen a este grupo. Es verdad que el tema principal de Two for the Road es intensamente bello y se le reconoce y aplaude como tal, pero sería injusto quedarse en la superficie de su belleza, porque es una de las músicas de mayor calado dramático en toda la obra de Mancini.
En esta película, cuyo guión es de Frederic Raphael (el único de los principales creadores del filme aún con vida, a sus 91 años) Joanna y su marido Mark están inmersos en una crisis matrimonial. Durante un viaje por la Riviera francesa ambos reviven los románticos comienzos de su relación, sus primeros años de su matrimonio y sus respectivas infidelidades. El paso tiempo les ha hecho cambiar, y tendrán que enfrentarse a la decisión de separarse o de aceptarse tal como son. La música de Henry Mancini viajará con la pareja por la carretera y por sus recuerdos para recordarles constantemente que hubo amor entre ambos y que aún se mantiene encendido.
Es capital insistir que en todo análisis de música de cine, por el respeto que se le debe, hay que ceñirse a lo que hay en la película y no a lo que se ha dispuesto en el disco de la banda sonora para su venta. Es algo bien claro en este caso, puesto que de todo lo que Mancini aportó dramatúrgicamente en Two for the Road, prácticamente nada es plasmado en la edición discográfica, donde incluso se incluye una versión cantada del tema principal que no sale en la película.
En el filme el tema principal supera las treinta apariciones, algo que sería poco atractivo en la edición de la banda sonora pero que es determinante en la película, puesto que es una música pegadísima a la pareja, a su relación, a sus recuerdos y emociones. Tras su presentación como tema inicial en créditos comienza su andadura junto a los personajes en cuanto Audrey Hepburn evoca los primeros recuerdos de los tiempos felices. A partir de ahí prácticamente ya no se separa de ellos, conociendo diversas transformaciones en función de las situaciones: romántica, melancólica, divertida o incluso apática y distante. Pero siempre está con ellos porque la música es ellos y, lo más importante, la audiencia la vincula a ellos.
Esta reiteración tan constante no resulta ni saturante ni cansina ni tampoco intrusiva ni gratuita, en ningún momento. Bien al contrario, tiene el efecto mágico de que su presencia es siempre bienvenida y esperada, que cuando aparece se agradece porque amplifica lo que se explica en la escena: es muy similar a lo que sucedió en The Third Man (49) o Amarcord (73), cuyos temas principales cohesionaban y mantenía firmes y estables la narración, pero en ambos casos se limitaban a ser repetidos o variados, manteniendo un mismo significado. En el caso de Two for the Road, sin embargo, el tema principal sí se transforma y cambia sus significaciones, lo que representa y lo que expresa, y de esta forma amplifica absolutamente en todos y cada uno de los momentos donde aparece las perspectivas, sensaciones, temores y emociones del matrimonio protagonista. Mancini no fue la encarnación ni de Joanna ni de Mark, sino de lo que ambos respiraban, ambos sentían y ambos compartían. Sin su música ellos no tendrían casi nada en común, pues con ella se unieron y mientras está, siguen unidos. Es una aportación a la relación sencillamente excepcional.
Películas anteriores: