El proceso que va desde la idea hasta la inserción definitiva de la banda sonora en el filme no es el único recorrido posible de la música, pues mas allá de la película puede y suele tener nuevas vías en la forma de ediciones discográficas o como parte del repertorio de infinidad de conciertos. La vida de una música cinematográfica no termina en la película sino que se puede -y suele- extender mucho más allá de ella, pero ¿qué es lo más importante? Establezcamos tres fases:
1.- La preparación
Todo lo que abarca desde que un compositor es llamado para trabajar en una película hasta que esta se da por terminada y lista para ser estrenada. Es una fase obviamente fundamental, donde se toman las decisiones más adecuadas, acertadas (o también erróneas), y que son el origen de la consecuencia (el filme). Todo lo que aquí acontece lo saben sus responsables, pero no el público salvo que los primeros lo expliquen.
2.- La película
Es el objetivo y razón de ser de la preparación previa. Todo está focalizado para crear un filme, que es la consecuencia de ese proceso previo. Es lo que finalmente se crea y lo que el público va a conocer: todo lo que se haya querido exponer en el filme queda enteramente a disposición de quienes lo quieran ver, disfrutar o analizar. Lo que está aquí existe; lo que no está, no existe, y porque la película es un resultado, no le importa todo lo que haya sucedido en la fase anterior, por mucho que sea consecuencia de ella. Ni a la película ni al público, salvo que tenga interés en saberlo.
3.- Lo posterior
La película acabada es per se un punto final, aunque hay algunas excepciones: una de ellas son las nuevas versiones con nuevos montajes (los famosos director's cut, por ejemplo), que vienen a ser una película alternativa de la misma película; la otra excepción más importante es la comercialización de las bandas sonoras y los conciertos donde se programa la música de la banda sonora, que de alguna manera es prolongar la vida de la película en un formato y forma diferente.
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No debería ser complicado comprender que de estas tres fases la menos relevante es la tercera: sin la primera no existiría película, y sin la película no existiría ni CD ni concierto, por tanto la edición de bandas sonoras y los conciertos de música de cine no tienen similar relevancia que la película, porque además podrían ni existir a pesar de sí haber película. Pero, tratándose de música, ¿el hecho de desligarla de la película y llevarla al terreno solo musical aporta un valor añadido que la pueda equipar en importancia a la película?
Sí y no. Sí porque tratándose de música puede liberarse de sus servidumbres y ser apreciada y disfrutada sin la compañía de sonidos, diálogos, imágenes, montaje, interpretaciones, etc... pero no porque desligándose de la película deja de ser película para convertirse solo en música, que era lo que era durante la primera fase. Es decir, como la carroza de Cenicienta.
La música de cine es cine, y lo es no porque esté insertada en una película sino porque mediante su inserción el (resto del) filme gana en algo, sea ambientación, sea dramaturgia o sea narración, y ello es debido a que se combina, fusiona y coordina con otros elementos. Es decir, que para formar el todo que es la película la música no actúa sola, necesita de algunos elementos más (el que sea: fotografía, montaje, sonido, interpretación...) y en el momento de separarse de ellos queda sin ellos, y si queda sin ellos resulta incompleta en lo que fue su razón de ser creada: la película.
Es evidente que sin la preparación (fase 1) no existiría la película (fase 2), pero eso no la hace más importante porque aquí lo importante es el objetivo a conseguir. Y como he dicho ni a la película ni a su audiencia le importa lo mucho que se haya sufrido en la preparación: lo que queda y cuenta es el resultado, y por ello es más importante.
Lo mismo sucede con la música. Tiene interés todo aquello que haya acontecido durante el proceso creativo de la banda sonora, pero lo que cuenta -sus logros y sus errores- están dentro del metraje del filme. Y del mismo modo muchos de sus logros y de sus errores no llegan ni a los CD ni a las salas de concierto y por tanto el 100% de los méritos y de los defectos de una banda sonora están en la película, no fuera de ella. Ni antes ni después.
Es por esta razón que no tiene ningún sentido -y hasta resulta peyorativo- afirmar que la música de cine puede valorarse indistintamente dentro o fuera de la película. No, fuera de la película solo puede hacerse una valoración musical, en tanto la cinematográfica -que es la más relevante pues para eso se ha hecho la música- es la más importante.
Y es por esta razón que resulta tan denigrante para la música de cine que se la valore solo o ante todo por lo que hay en un CD o en un concierto. Es fantástico apreciar y reconocer el valor musical de la música de cine, sería absurdo mantener lo contrario, pero la música es cine porque está dentro del cine cooperando con otros elementos para crear una película, y no hay nada más importante ni más grande que eso.