Es posible que poca gente, incluso dentro de la afición, conozca un festival de música de cine llamado Sonafilm, pero es bastante factible que no haya de pasar mucho tiempo hasta que figure clara y diáfanamente en el mapa -y en la ruta anual- de los eventos españoles relacionados con el tema. Y quien sabe si, ojalá más temprano que tarde, también a nivel internacional. En principio lo tiene todo a favor: una buena organización, implicación de las administraciones públicas, un programa sólido e interesante que ofertar y sobre todo la respuesta positiva del público. Sonafilm ha celebrado su cuarta edición pero esta ha sido la primera que ha sumado a varias poblaciones alicantinas, de la comarca de la Marina Alta: Ondara -sede original desde el primer año- y ahora El Verger y Dénia. Son tres municipios que de alguna manera han formando una suerte de comunidad para ofrecer, en pleno agosto, una atractiva oferta cultural a la gente de la comarca y también al turismo español y extranjero. Es bueno abrir este tipo de festivales a la participación de otras poblaciones: FIMUCITÉ también lo hace, con actividades fuera de Santa Cruz de Tenerife, algo que beneficia a más territorio y a más gente.
He estado por vez primera en este festival, en calidad de invitado para una charla, pero eso -y cualquiera que me conozca lo sabe- no me ha cegado como observador. De hecho, más allá de explicar lo acontecido, el propósito de estas líneas son ante todo hacer algunas sugerencias de mejora.
¿Por qué los eventos de música de cine casi siempre tienen buena acogida entre el público? Hay dos factores importantes: en primer lugar lo universal que es el cine. Podemos encontrar gente que desgraciadamente nunca va al teatro, o a exposiciones, que no lee o no va a conciertos de música clásica. Pero todo el mundo ve películas, en mayor o menor cantidad, todo el mundo disfruta viendo películas. Y todo el mundo sabe que esas películas tienen bandas sonoras y casi todo el mundo ha disfrutado y se ha emocionado con ellas. Por tanto, un concierto o un festival de música de cine ya es de por sí algo cercano, empático y atractivo para la gente, que acudiendo se siente en territorio no extraño y con la seguridad de que le va a gustar. A veces esa confianza se transforma en chasco, en aburrimiento y en decepción, pero eso depende del segundo factor: ofertar una programación que se corresponda con el lugar, la época y el público al que va a ir dirigido. Por ejemplo: siendo agosto y no teniendo conservatorios, escuelas o universidades abiertas, no hay que confiar mucho en la presencia de estudiantes que seguramente estén en las playas o viajando y por tanto es mejor no ofertar charlas o clases técnicas o teóricas. En cambio, precisamente por ser verano y la gente estar de relax y con ganas de entretenimiento, hay que ofrecerles panem et circenses pero de muy buena calidad para prestigiar el festival. En otras palabras, ofertas que no sean nada complicadas ni elitistas para en este contexto, en todo caso, sí poder incluir cosas que en principio no serían aptas para llamar la atención del gran público.
Es exactamente lo que ha hecho Sonafilm este año: un menú muy accesible y muy bien elaborado, incluyendo platos menos usuales. Todo comenzó proyectando el documental Ennio. The Maestro el miércoles en una sala de Ondara. Afortunadamente, pues estaba previsto exhibirlo en la plaza de toros, un lugar inadecuado por muchas razones, pero la lluvia provocó la reubicación a un lugar más recogido y con menos distracciones posibles. La gente respondió a la convocatoria. El jueves, en el estupendo Auditori de la Casa de Cultura de El Verger (es de agradecer que haya un gran auditorio en un pueblo tan pequeño allá donde hay auditorios demasiado pequeños en poblaciones grandes), y con un lleno de aproximadamente el 80%, se ofreció un estupendo recital, Intimate Morricone, dedicado al gran protagonista de esta edición, Ennio Morricone. Lo interpretaron el clarinetista José María Santandreu y el pianista Christian Esteve. Fue un recital hermoso, con ambos músicos totalmente entregados, y la gente salió muy satisfecha del mismo. En ese mismo escenario, pero el domingo, se ofreció un concierto, Movie Horns, con un ensemble formado por quince trompas profesionales. No pude acudir, pero se me ha informado que funcionó muy bien a nivel de resultado artístico y de asistencia.
El viernes dí una charla en el multiespai l’androna en Baleària Port (Dénia), frente al mar. Un lugar imponente. Acudieron unas treinta personas y evidentemente no fui a dar una clase magistral -por las razones antes expuestas- sino a intentar explicar qué es (y qué no es) la música de cine. Por la noche, en el Parc Torrecremada también de Dénia un concierto titulado Forrest Gump Songs convocó a unas trescientas personas (quizás más) que aplaudieron las animadas canciones interpretadas por el grupo Moanin’ Project.
El concierto del sábado era el acto más importante del festival y el más arriesgado: con la plaza de toros de Ondara ocupada por unas 1.300 personas (20 euros la entrada, la única actividad de pago de todo el festival), el concierto tributo a Ennio Morricone fue un gran éxito. Con los mucho más que competentes Universal Symphony Orchestra y el Cor de la Rectoria, así como excelentes músicos y cantantes solistas, todos a las órdenes del elegante y tranquilo director titular, José Martínez Colomina, el público disfrutó y aplaudió un repaso interesante en el que brilló con luz propia la ejecución impecable de la suite de The Thing (82), una pieza sobre la que el propio Martínez Colomina había advertido al público acerca de su complejidad, lo poco ortodoxa que era en este tipo de conciertos y su agresividad. Fue un exitazo y creo que un gran acierto haber avisado, y así prevenido, a la audiencia: de este modo a nadie pilló por sorpresa y se pudo apreciar la dimensión y elaboración de la música del maestro. En el lado opuesto, The Untouchables (87) resultó la interpretación menos lograda, pero en su conjunto el concierto fue notable.
Javier Gil es la cabeza visible de este festival, su director artístico y su pasión y empeño por sacarlo adelante ha contagiado a otra gente y a instituciones importantes. Hay un objetivo claro, y muy factible: colocar este festival en el mapa, hacerlo crecer proporcionalmente a sus posibilidades reales, implicar a más poblaciones que ya están siendo muy receptivas a sumarse al proyecto y, en definitiva, ser de utilidad a la comarca (la cultura es siempre útil) y de beneficio a la población (la cultura no es coste sino inversión). Para ello ha contado con el apoyo -yo he visto que muy predispuesto- de la corporación de Ondara (su amabilísimo alcalde José Ramiro Pastor y la entregadísima concejala Rakel Mengual, una todoterreno), de la corporación de El Verger (conocí al concejal -jovencísimo- Miguel Pou. Ojalá hubiera más gente como él en la política) y por supuesto a la corporación de Dénia (no tuve ocasión de charlar con ningún representante, pero se me ha dicho que han puesto todas las facilidades y más, así que hay que celebrarles también). Asimismo que una empresa privada tan importante como Balearia se haya implicado facilitando sus infraestructuras supone una ayuda y un estímulo importante, que habrá que mantener.
Sonafilm tendrá futuro si mucha gente entiende lo bueno que es para la Marina Alta ser territorio de pasión por la música de cine. Por supuesto tiene mucho que mejorar: un logo/marca corporativa mejor y más personalizada, una página web en condiciones, formalizar el cargo de director del festival, y probablemente no concentrar en unos pocos días todas las actividades, dado que si se suman más poblaciones habrá más actos, y eso puede derivar en saturación y colapso: no creo que sea mala idea distribuir el festival durante un mes y que el programa reparta sus eventos en los fines de semana, lo que por otra parte facilitará que la gente pueda acudir a más y sin cansarse.
Hace falta también que la Comunidad valenciana y la Diputación de Alicante entiendan que la Marina Alta en su conjunto puede salir muy beneficiada de esta oferta cultural que, en el mes de agosto, se transforma también en turismo cultural, y que la continuidad y el éxito de este festival será el éxito de la Comunidad valenciana y de toda la provincia de Alicante. Este tipo de eventos deben ser el resultado del esfuerzo y de la implicación transversal y colectiva. La organización que yo he visto es prácticamente intachable. La implicación de quienes lo han sacado adelante ha sido total. Solo hace falta seguir consolidando esta pasión en la Marina Alta.