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por Gerard Pastor
Es curioso que aún hoy en día se vean segundas partes de conciertos como este como algo de cara a la galería o para contentar a la plebe. Alrededor de 1835-1840, Franz Liszt tuvo claro que un concierto debía tener dos partes, la primera dedicada a clásicos y estrenos y la segunda a obras de carácter más popular, actuales y próximas para el público. Entre otras cosas porque escuchar también cansa. También eran el momento para las improvisaciones en los recitales solistas o para dirigirse al público en busca de peticiones musicales. Para él, los clásicos eran obras de otro momento que merecían seguir siendo interpretadas para no quedar en el olvido (como había pasado con Bach) y quién sabía cuáles seguirían sonando como clásicos en el futuro. Es una estructura de concierto perfectamente vigente: ayuda a equilibrar el programa, le da la virtud de abrirlo a un público más amplio y no por eso sus piezas no son de menor calidad.
En los conciertos de 2020 hubo mucho más fenómeno fan dentro y fuera del Musikverein. Era un programa más pensado para ello y hubo una representación más significativa de películas del maestro, muchas de ellas con tema único. Esta vez, sin embargo, tras la marcha de Superman (78) como obertura de la segunda parte, el programa lo confeccionaban tres suites: de Harry Potter, de Indiana Jones (sin el tema principal) y de Star Wars, todas ellas muy bien planteadas y con mucha coherencia dado los movimientos que el maestro eligió. La música de John Williams tiene otro don, el de la complementariedad temática, es decir, que la relación entre sus distintos temas funciona de maravilla. Gracias a esto se pueden confeccionar suites así, que incluso pueden dibujar una unidad en ellas mismas y con varias posibilidades para cada película.
La Wiener Philharmoniker se entregó también en esta segunda parte. El sábado fue de de menos a más, con un principio de la segunda parte con algunas pequeñas imprecisiones y quizá un poco acelerado de tempos, especialmente en el Hedwig’s Theme de Harry Potter and the Philosopher´s Stone (01). Sin embargo el domingo la maquinaria ya estaba perfectamente engrasada y sin resistencias ni desajustes desde el primer compás. Cada sección de la orquesta brilló y lució, ya que la música de Williams es tan exigente como agradecida. Es difícil de tocar pero si se toca bien el premio es inmenso y el público te lo hace notar.
A diferencia de 2020, esta vez la dirección del Maestro me despertó mucho más interés y admiración: se le apreció una mayor variedad de gestos que iban exactamente en la dirección que la orquesta necesitaba. Muy atento en los cambios de sección y sobre todo en los cambios de tempo donde reaccionaba especialmente rápido a cualquier pequeño desajuste de balance. Se podía apreciar claramente cuando algo sonaba demasiado fuerte para él. Fruto de esta conexión vimos y escuchamos momentos de conjunción especialmente brillantes. Se podrían destacar algunos finales en los que el timpani marca los ritardandos y acordes finales. De hecho, no había visto nunca un ritardando tan exagerado en el final de Throne Room and End Titles del Episodio IV de Star Wars. Una evidencia de esta conexión entre maestro y músicos.
Williams también fue presentando las obras y comentando algunas anécdotas de cada una, como hace de costumbre. El público, mucho más local que en 2020, le adora y todo el mundo estaba a la expectativa de la siguiente presentación. El domingo se permitió comentar que regresaba a Los Angeles la próxima semana para trabajar en la quinta película de Indiana Jones. Tras una estruendosa ovación dijo que si Harrison Ford, a sus 78 años seguía montando a caballo y rodando lo que rodaba, cómo no podría él escribir la música de la película.
El cierre del concierto fueron cuatro propinas. Las dos primeras con violín solista: Across the Stars y The Adventures of Tintin (11). Williams bromeó nuevamente diciendo que no recordaba exactamente para qué película de Star Wars había escrito Across the Stars pero que tuviéramos fe en él que se trataba de Star Wars. Tras esto interpretaron el Flying Theme de E.T. The Extra-Terrestrial (82) y cómo no, la Marcha Imperial que ya en 2020 fue una petición de la propia orquesta al maestro durante los ensayos. Es el bis que hubiese pedido el público como en su día se los pedían a Liszt. Algo más de dos horas y media de concierto que Williams a sus 90 años dirigió de pie de principio a fin.
No sé si por que esta vez no había la presión de las cámaras, porque ya era la segunda vez en Viena o exactamente por qué, pero se vio a un John Williams más relajado y también cercano al público. En ambos conciertos chocó los puños incluso con público de la primera fila y hasta bromeó con una niña que llevaba una goma de pelo de Gryffindor. En las entradas y salidas a su hotel y el Musikverein tampoco había la expectación ni la multitud alocada de 2020. Mientras que en 2020 había numerosas personas buscando un autógrafo del maestro y pidiendo atención, en esta ocasión, un grupo de unas 20 personas como mucho, le dedicaron un tierno aplauso a su llegada al hotel y sólo se escuchó un thank you que Williams devolvió con un gesto el agradecimiento.
Williams quiere seguir componiendo música y ojalá la pueda seguir estrenando en las mejores orquestas europeas (Viena, Berlín, Milán…). Mientras siga escribiendo sentado en su borde seguirá contribuyendo a la música y a la música de cine y seguro que serán muchos los que quieran sentarse con él. De momento ahora toca esperar a Indiana Jones 5.