En el cine yo no hago música de concierto, trato de construir el relato paralelo que propone el director. Pienso que el propósito es ofrecer a la audiencia una experiencia, que llegue a sentir algo mientras les cuentas desde la música una historia, que es la de la película.
La segunda parte del concierto The World of Hans Zimmer - A Symphonic Celebration se abrió con la divertida y amable música de Madagascar (05), una puesta a punto para entrar en una suite de Spirit: Stallion of the Cimarron (02) muy bien seleccionada y que fue el primer momento del concierto donde aparentó haber una deliberada sincronía con las escenas del filme. Tras el énfasis llegó la placidez y la bella evocación de Kung Fu Panda (08), a la que siguió la que fue quizás la pieza más prescindible del concierto, The Holiday (06), una comedia sentimental que bajó el listón del concierto a su mínimo, e incluso lo llegó a estancar en parte. Teniendo en cuenta que Zimmer tiene obras mucho más interesantes en ese estilo, seguramente su inclusión fue para tributar a la directora Nancy Meyers.
O quizás sirviera para un pequeño reposo antes de lanzar el concierto en escalada ascendente hasta el final, pues tras esa olvidable música llegó Hannibal (00), una creación con la en su momento Zimmer acabó de completar lo que nos faltaba por conocer del personaje del sofisticado caníbal.
-Decidir si la música de un personaje está piel adentro o si se coloca en su exterior cambia por completo la manera en cómo se le entiende, le comento.
-Es la vulnerabilidad de Cómodo, el emperador, o del padre en Interstellar, donde la música explica cosas del personaje que ayudan al espectador a saber más de él, y en algunos casos a sentirse como él, explica.
-En Interstellar la música comienza en lo más íntimo, padre e hija, luego abarca a la familia y acaba como máxima expresión de generosidad cuando ella le dice a su padre que se la lleve a Brand. Esto no es solo poner música, es hacer cine con ella, insisto.
Para hacer The Lion King (04), que fue la siguiente del concierto, Zimmer ha explicado en varias ocasiones (y también en el vídeo de presentación en el concierto) que tuvo muy presente la pérdida de su propio padre, para volcarse en este trabajo desde una mirada de reconciliación y aceptación. Un bellísimo propósito que se plasmó, como es sabido, en una de sus mejores bandas sonoras y la que hasta la fecha le ha concedido su único Oscar. Fue un momento maravilloso del concierto.
De Gladiator (00) se interpretó una extensa suite de quince minutos muy bien dispuesta y con el lucimiento absoluto de Lisa Gerrard en su parte final, la eclosión del tema principal que en el filme es la celebración de la muerte tan deseada, la de Máximo, tras haber cumplido con su cometido de vengarse del pérfido Cómodo.
-Es un momento maravilloso porque los espectadores se están despidiendo no con tristeza sino con alegría de Máximo, le dejan partir para reunirse de nuevo con la mujer y el hijo a los que tanto ha amado, le digo a Zimmer
-La música es indefendible en sí misma. No puedes discutir sobre música: te gusta o no, te emociona o no. Pero si le das un propósito y un significado entonces sí logras que tenga un sentido para la película y para el espectador, defiende el compositor. Algo que Terrence Malick me insistía en The Thin Red Line es que las pregunta son más interesantes que las respuestas, y toda esa película plantea preguntas que nunca llegan a contestarse...
Inception (10) es otra de sus creaciones llena de interrogaciones que no se acaban de cerrar. En el concierto la orquesta fue acompañada por Zimmer tocando el piano en vídeo... hasta que el compositor apareció por vez primera en el escenario con un bajo eléctrico... ¡y vistiendo una camiseta de la gira de Ennio Morricone! Fue un momento sumamente emotivo que solo fue disfrutado en Barcelona, puesto que en Madrid Zimmer no estuvo presente.
Le pregunto a Zimmer por qué hay directores que no saben hablar con los compositores, que no saben cómo expresarse, que los atormentan y martillean con ideas imprecisas, vagas, o incluso banales. Me responde que hay de todo, que también hay compositores que no saben expresarse ni conversar con los directores. Pero tengo comprobado que una estupenda manera de hacerlo es llamar por teléfono y quedar para comer. En las comidas es donde se encuentran las mejores soluciones a los problemas.
El concierto fue cerrado con Zimmer dando las gracias a todos los participantes, y recibiendo una atronadora ovación por parte de las miles de personas congregadas en el Palau Sant Jordi. Como bis, un Pirates of the Caribbean: At Worlds End (07) que fue pura pirotecnia, y aunque quitó la intimidad y emotividad alcanzada con Inception, sirvió para acabar recordando que aunque Hans Zimmer es cineasta, también es concierto.
(fotos de Gorka Oteiza)