En los años 50, una joven decide abandonar Irlanda y viajar a Nueva York, donde conoce a un chico del que se enamora. Pero un día le llegan malas noticias familiares y al regresar a su país deberá tomar una decisión trascendental.
Banda sonora romántica que tiene algunas vinculaciones con aquella con la que tanto se destacara Georges Delerue, en lo que concierne a su dulzura y amabilidad. Es, de todos modos, solo una referencia porque precisamente en este filme se añora la presencia del compositor francés y de lo que tantas veces se significara: no solo como autor de bellas melodías sino como narrador. Aquí es justamente lo que más se echa en falta en la música, el factor de explicación.
El compositor firma una sucesión de temas todos ellos elegantes y con prestancia, que tienen la justa proporción de melancolía y emotividad, que le dan al personaje y su entorno luz pero también cierta tristeza. Otros temas con folk sirven para ambientar. El problema es que el personaje evoluciona, camina hacia delante y madura, y la música, perse a su hermosura, es más estancada y es dispersa, lo que provoca que acabe por ser más estética que explicativa. Solo es en la parte final cuando toma cuerpo y se integra de lleno y contribuye a elevar la categoría del filme.