Nació en Roubaix (Francia), el 12 de marzo de 1925, y murió en Los Ángeles (EE UU), el 20 de marzo de 1992. Posiblemente el músico frnacés que más relevancia ha tenido en la Historia del cine, habida cuenta su trayectoria tanto en Francia y su cinematografía, como en Hollywood.
El ambiente cultural y musical de su casa y su familia influyeron enormemente en él. Su abuelo dirigió un coro amateur, y su madre fue cantante y pianista. Así, el joven Georges ya estaba tocando el clarinete a los 14 años en el conservatorio de su ciudad, y aunque posteriormente tuvo que entrar a trabajar en una fábrica para ayudar económicamente a su familia, jamás dejó de lado la música, y se enroló en diferentes bandas y grupos musicales. Del clarinete saltó al piano, tutelado por una profesora, y estud... Continuar leyendo
Nació en Roubaix (Francia), el 12 de marzo de 1925, y murió en Los Ángeles (EE UU), el 20 de marzo de 1992. Posiblemente el músico frnacés que más relevancia ha tenido en la Historia del cine, habida cuenta su trayectoria tanto en Francia y su cinematografía, como en Hollywood.
El ambiente cultural y musical de su casa y su familia influyeron enormemente en él. Su abuelo dirigió un coro amateur, y su madre fue cantante y pianista. Así, el joven Georges ya estaba tocando el clarinete a los 14 años en el conservatorio de su ciudad, y aunque posteriormente tuvo que entrar a trabajar en una fábrica para ayudar económicamente a su familia, jamás dejó de lado la música, y se enroló en diferentes bandas y grupos musicales. Del clarinete saltó al piano, tutelado por una profesora, y estudió en profundidad a compositores como Bach, Mozart, Beethoven, Chopin y el que resultó ser su inspiración más reverenciada, Richard Strauss. Así, tras un período donde estuvo convaleciente de una enfermedad, decidió ser compositor de manera profesional.
El primer e importante paso fue ser aceptado en el Conservatorio de París, donde estudió fuga y composición. Paralelamente a sus estudios, jamás dejó de practicar cada vez que podía, tocando el piano en bodas, eventos, bautizos, fiestas y hasta en bares y restaurantes donde gustaba de interpretar piezas de jazz. A finales de los 40 comenzó a componer música para piezas teatrales, colaborando con el Théâtre National Populaire y la Comédie Française, entre otros. Con la llegada de los 50, su actividad se multiplicó y diversificó: composiciones teatrales, oratorios y hasta composiciones para ballet figuran entre su producción para esta década. En 1957 estrenó su primera ópera, consiguiendo un rotundo éxito, lo que harían llover ofertas para nuevos trabajos. Así, decidió probar suerte en el cine, y compuso la música de su primera película, Le bel âge (60), llamando la atención de un joven director francés que había estrenado su ópera prima ese mismo año. François Truffaut quedó impresionado por la labor de Delerue y estaba al corriente de su trayectoria anterior, por lo que decidió confiarle la tarea de componer la música de su siguiente proyecto. Jules et Jim (61) marcaría una larguísima y fecunda trayectoria de director y músico, donde la complicidad y el entendimiento serían la base de su longevidad. Para su primera película, Delerue creó una melodía en forma de vals que vertebra toda la composición, y que conoce variaciones que le dan distintas tonalidades, desde lo alegre a lo melancólico, según las fases de la película y sus personajes. La película fue un rotundo éxito de crítica, y la banda sonora fue igualmente elogiada y reverenciada.
Así, ya en los 60, comenzaba la auténtica carrera de Delerue como compositor de cine, siempre con una actividad incesante y paralela como orquestador y compositor de óperas y ballets. El músico francés era requerido por los mejores directores franceses del momento. Su asociación inamovible con Truffaut no le impidió trabajar con cineastas como Godard en Le mépris (63), Malle (en Viva Maria), Resnais o Philippe de Broca, quien sería el otro director con quien más colaboraría. El prestigio de la Nouvelle Vague en todo el mundo provocaría que el nombre de Delerue empezara a ser conocido fuera de Francia. Otras cinematografías comenzaron a interesarse por el músico y a proponerle ofertas, siendo Fred Zinnemann el primero en conseguir que aceptara su proyecto, que no era otro que la adaptación de la obra teatral A Man for All Seasons (66). La película británica fue un gran éxito, consiguiendo 6 Oscars, y Delerue demostró su enorme valía tanto en labores de compositor como de orquestador, ya que musicalmente creó la atmósfera histórica perfecta al apoyarse de manera brillante en instrumentos de la época en la que transcurre la película. Algo que quedaría patente en los siguientes proyectos de corte histórico en los que participó, como Anne of the Thousand Days (69), su primera nominación a los Oscar, o A Walk with Love and Death (69), en las que Delerue volcaba todo su talento al crear bellísimas melodías y momentos dramáticos apoyándose en instrumentación renacentista o medieval, respectivamente.
En los 70, el compositor estaba a caballo entre el cine más puramente europeo (con colaboraciones con, entre otros, Bernardo Bertolucci) y sus esporádicos proyectos en Hollywood. Prácticamente todos aquellos directores con los que trabajaba siempre querían volver a contar con él, y Truffaut y De Broca aparte, otro de sus fieles fue Fred Zinnemann, quien le llamaría para sus siguientes proyectos de la década, como The Day of the Jackal (73) o Julia (1977). Sería en estos años cuando Delerue ganaría su primer Oscar, por la encantadora A Little Romance (79), donde el compositor daba rienda suelta a su vena romántica más elegante y conmovedora. Y por supuesto, su trayectoria con Truffaut seguía regalando maravillosas bandas sonoras del calibre de Les deux anglaises et le Continent (71) o La nuit américaine (73), tras la cual comenzaría un paréntesis de varios años en los que el cineasta francés trabajaría con otros músicos hasta su reencuentro con Delerue en la siguiente década.
Con la llegada de los 80 el compositor, aunque siempre destacando y siendo inigualable en dramas románticos y melodramas, empezó a probar y a participar en otros géneros que Hollywood le ofrecía. Así, le podemos escuchar en cine negro (True Confessions), en aventuras para toda la familia (The Black Stallion Returns), en alegatos ecologistas (Silkwood), o en intrigas religiosas (la maravillosa Agnes of God). También colaboró en dos de las primeras películas de un prometedor director y guionista que sacudió el panorama cinematográfico. Oliver Stone contó con Delerue para Platoon (86) y Salvador (86), y el músico le regaló melodías y composiciones oscuras, afligidas y finalmente bellas para retratar el horror de la guerra y los conflictos (aunque para la primera el cineasta dio más preponderancia al Adagio de Barber). El francés proseguía la década con numerosos trabajos en dramas y comedias, siempre volviendo puntualmente al cine francés aun con el fallecimiento, en 1983, de su casi inseparable Truffaut. Es de destacar, sin duda, su excelso trabajo para el monumental díptico sobre la Revolución Francesa en La révolution françaíse (89), cuyo "Himno a la libertad" figura entre uno de sus mejores trabajos y un precioso homenaje a la esencia de la libertad, igualdad y fraternidad.
Ya en los 90, Delerue seguiría regalando trabajos que demostraban la plenitud de su talento y su experiencia. Composiciones como las de Joe Versus the Volcano (90) o Black Robe (91) mostraban a un músico en la cima de su talento y sus facultades artísticas. Tristemente, tras dejar terminada la música de Rich in love (92), película dirigida por otro de sus directores habituales como fue Bruce Beresford, sufrió un fulminante ataque cardíaco que le segó la vida y dejó huérfanos a directores, guionistas y cinéfilos en general que disfrutaban de cada nuevo trabajo suyo con expectación y deleite.
Ya fuera en Francia, en Inglaterra o en Hollywood, tanto en su primera época como en la última, en sus habituales dramas románticos o en películas de aventuras o de intriga, Georges Delerue siempre fue un referente, un compositor de tantos recursos y sabiduría a la hora de escribir un auténtico guión musical como de escoger con minuciosidad las orquestas, instrumentos y tonos que requerían cada película. Delerue fue, nunca mejor dicho, un verdadero director-compositor, y cineastas como el mismo François Truffaut supieron verlo y darle el margen y la importancia que merecían. Y siempre acertaron.
(Isaac Duro)
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