En plena ocupación nazi de París un autor teatral se ve en la obligación de refugiarse bajo las tablas de un escenario, mientras su esposa y un actor interpretan para el público una obra suya y viven a la vez un pequeño romance.
Para este filme el director sólo incluyó diecisiete minutos de música original (el resto eran canciones de la época). De ellos destacó en la secuencia final, el saludo de la compañía ante el público, una vez Francia ha sido liberada. Se trata de la única ocasión de auténtica exaltación musical: una melodía in crescendo que arranca lentamente hasta convertirse en un rotundo tema de emoción, grandeza y singular belleza.