Usuario: Ángel González
Fecha de publicación: 24.07.2022
La casa bruciata es una película para televisión, pero no de las de Netflix, Amazon y compañía. Hablamos del año 1998 y de una producción italiana de la que se podría decir que poco o nada se sabe. Está basada en hechos reales, ambientada en Brasil y quizás nunca me hubiese llamado la atención de no ser porque la banda sonora la firma Morricone.
Es probable que a más de un@ la música le suene a The mission (1986) ya desde la primera escena. O también si escucha simplemente el primer tema de su edición discográfica, pero ahí ya no me meto. Sin embargo, La casa bruciata es una audaz gema en la discografía del compositor romano (como otras películas bien poco “mainstream” como Maddalena, Addio fratello crudele, Il grande silenzio…). De hecho seguramente cualquiera de las citadas sea más conocida que esta.
A partir de aquí, muchos SPOILERS.
La trama se enmarca en un Brasil represivo, de grandes terratenientes que deben afrontar nuevas medidas de reparto de tierras, y que lo solucionan con violencia. A pesar de algunas hechuras de telefilme es cierto que me ha parecido una película interesante y tremendamente cruda. El conflicto se desencadena con la masacre de una familia que ocupa una de las tierras que le ha concedido el gobierno, en contra de la voluntad del terrateniente de turno (un gran Omero Antonutti en un breve papel). Uno de los niños sobrevive y el padre Toni, el sacerdote protagonista lo encuentra. A partir de ahí intenta abrir un proceso judicial para juzgar a los culpables materiales, por lo que ha de soportar el hostigamiento de los secuaces del terrateniente y de la propia policía. Con la ayuda de otro sacerdote esconden al niño, quien se escapa e intenta tomarse la justicia por su mano, etcétera, etcétera. Pero el final no es complaciente, en absoluto, sino crudo sobre el papel.
La película habla de derechos humanos, pero sobre todo habla de algo que vendrá definido especialmente por la música de Morricone. Para ello será bueno ver el filme desde un punto de vista más o menos religioso. Con esto no quiero decir que la película sea panfletaria en pro del catolicismo, como sí lo es Black robe, por ejemplo, con gran música de Delerue, por cierto. Pero la espiritualidad será un factor decisivo a la hora de entender el mensaje.
Confieso que me costó entender el papel de la música de Morricone hasta bien entrada la película, y solo al final pude corroborar que se trataba de eso.
La película comienza de manera explícita musicalmente. Los tres primeros temas que suenan son los centrales. Los tres son melódicos y fusionan percusiones, instrumentos que referencian el entorno, con la orquesta. El primero y el segundo presentan claras conexiones entre sí. ¿Y de qué parece que hablan?
El primero parece ambientar la película. El segundo también. El tercero parece estar identificado con el niño que luego tendrá un papel importante (pues es el hijo de la familia asesinada).
La película avanza y el protagonista tiene algún recuerdo de su antigua pareja, a quien abandonó para hacerse sacerdote e ir a Brasil, incluida escena de un tren alejándose y la chica llegando tarde a la estación. En esos momentos suena el primero de esos temas: el tema principal.
Pero ese tema principal parece fusionarse con el segundo tema. Vale, podremos considerarlos como dos partes de uno solo. Y llega el momento de la masacre, crudísima, que empieza con música tensa pero que, de repente y (aparentemente) sin criterio alguno, muda hacia el tema principal, mientras el niño (escondido) contempla la barbarie cometida y cómo asesinan a casi toda su familia.
Volverá a sonar el tema principal en momentos muy duros, especialmente al final, cuando matan al padre Toni, en una emboscada en la que colabora un supuesto amigo suyo.
¿Y qué factor común puede aglutinar esto? Parece una música muy bonita, pero tremendamente fuera de lugar. Pues tremendo error, y es que no hay que subestimar nunca a Morricone. Habrá veces que se equivoque con el planteamiento, pero esta no parece una de ellas. Aquí decide correr un riesgo tremendo. Podría haber vinculado músicas determinadas a personajes determinados. Podría haber optado por una ambientación del entorno y por reforzar elementos dramáticos. Sin embargo por lo que opta es por: explicar el mensaje de la película, aportar una enorme espiritualidad (no impostada), y hacer de la música un vaso comunicante.
Intentaré explicarlo. Y para ello debo empezar por el final, donde la voz en off del sacerdote que yace asesinado (justificada por una carta enviada a su antigua pareja) habla de que se perderán batallas pero que al final siempre quedará la esperanza.
La música de Morricone y, en concreto, el tema principal (que, como dije, a veces se escinde en dos, y otras veces se reagrupa) es la esperanza. Y es una esperanza basada en la fe, que para eso el protagonista es sacerdote.
Morricone, creyente declarado, concibe la esperanza como algo que está ahí, que fluye, y que espera a ser recibida por las personas dispuestas a creer en ella. Ojo, que la película es más humanista que religiosa, y eso es algo que agradecí. La esperanza sobrevuela las escenas iniciales donde la familia del niño habla del pedazo de tierra que les ha sido concedida.
¿Pero eso explica la escena de la antigua novia de Toni en la estación? Pues sí, porque más adelante, en esa carta que le dirige, lamentándole el daño causado, habla de su necesidad de ayudar o, en cierto modo, de su vocación por llevar esperanza a otras personas. Su propósito es claro. La esperanza que Morricone hace que impregne el ambiente la toma el padre Toni, y eso es especialmente verificable en la escena en la que camina en procesión descalzo sobre pedazos de cristal de una botella con los que los secuaces del terrateniente le dan su particular recibimiento.
¿Y en la escena de la masacre, qué pinta ahí la esperanza? Ahí en cierto modo nos anticipa el futuro de ese niño, que recibirá la ayuda y el cariño del padre Toni y que verá en él casi un padre (no en sentido religioso).
La música de la esperanza va contagiando a los personajes, incluso al amigo traidor de la escena final, quien se muestra arrepentido. Dicha música lo acompaña en su retirada, dejando abierto otro posible desenlace. Pero también surge con el acercamiento de Toni a la tribu de indígenas que poblaba cerca del terreno donde fue asesinada la familia del niño, y que aparecen en la escena final también con aquella música. Es decir, “que se perderán batallas pero que al final siempre quedará la esperanza”.
El tercer tema central del que hablaba al principio parecía ir referido al niño, pero luego sonará de nuevo para mostrar la relación del niño con Toni. Nuevamente la música es vaso comunicante y se comparte entre personajes. Es un tema maravilloso estilísticamente coherente con la visión esperanzadora que quiere transmitir Morricone (e imagino que el director) y que hace más entendible que el tema de la esperanza apareciese durante la masacre.
En definitiva, que el tema principal, el de la esperanza, siempre sale a flote y finalmente vence al propio devenir de los acontecimientos, y está ahí para que cualquier lo haga suyo y pueda seguir luchando contra las injusticias.
Por último decir que también aquí, al igual que en The mission, se habla de comunión. No es el objetivo principal, pero está claro que existe, y Morricone lo traslada musicalmente con aquel hallazgo de unión de lo “europeo” y lo indígena, que implementó en la película de Roland Joffé. En La casa bruciata la comunión se ve más clara que nunca en la escena de Toni con los indígenas, con su espectacular aporte musical.
En definitiva, y siempre en mi opinión, una pequeña obra maestra especialmente por audacia y por simbolismo, y que vale la pena descubrir.