Un joven se alista a las Cruzadas del rey Ricardo de Inglaterra. En el camino se cruza con el Príncipe Negro, que secuestra niños para venderlos como esclavos, y se enfrenta a él.
Extensa y pletórica partitura, tanto en su sentido épico como en lo romántico, que el compositor resolvió mediante ampulosas melodías sinfónicas, con apoyo (poco adecuado, eso sí) del sintetizador. Refuerza la acción, intensifica los aspectos heroicos del personaje y dota a todo el filme de cariz legendario. Corresponde a una época en la que el compositor primaba habitualmente el empleo de la música electrónica, y ese es el principal inconveniente de la banda sonora, tanto por su anacronismo por las limitaciones intrínsecas de ese modo de creación.