Un hombre y una mujer que se conocen en una terapia para superar su adicción al sexo inician una tórrida relación a la vez que les comienzan a suceder una serie de extraños sucesos que pondrán en peligro sus vidas.
Partitura que evoca la música de suspense de Bernard Herrmann, pero a la que Bonezzi dota con su propio estilo gracias al empleo del sintetizador. En esta película, más que acompañar la intriga, se plasma un espíritu trágico y fatalista, que evidencia de forma constante la desesperación de los protagonistas sin que haya una mínima concesión sentimentalista. El compositor, con sus melodías, hace que sea palpable la amargura y el patetismo de los personajes, sin sentir piedad alguna por ellos. La combinación de una orquesta convencional con la sonoridad de los sintetizadores sirven para remarcar la sensación de constante ansiedad y de incerteza, en una línea cercana a la que el autor aplicó en Cuestión de suerte (97).