Secuela de Gremlins (84), en la que los monstruos siguen con sus fechorías.
El compositor aplicó aquí una partitura rutinaria, en la que recogía algunas de las melodías empleadas en la primera parte (entre ellas, naturalmente, el tema principal), y escribió otras nuevas, con orquesta y sintetizador. Pretendió dotar al filme de un ambiente mágico y misterioso, por un lado, y divertido y animado por otro. Pero poco más podía hacer con una película de este calibre.