Dos monjas francesas acuden a un pueblo de Nueva Inglaterra en busca de ayuda financiera para poder construir un dispensario infantil y la obtienen de personajes tan variados como un obispo, un gángster o una pintora.
Aunque lo más recordado de esta banda sonora es una canción escrita por Alfred Newman, la banda sonora de Mockridge fue singularmente emotiva, pero sin llegar al acaramelamiento habitual en filmes similares. Incidió, naturalmente, en lo religioso, pero ante todo creó unas melodías de carácter optimista, muy bellos. Se acompaña de Miracle on 34th Street (47).