Un cazador de recompensas va tras un bandolero, al que se acusa de un delito que no ha cometido y que intenta convencer a su perseguidor de su inocencia.
En este western, el compositor inicia la partitura con uno de sus temas más memorables para el género, con el sentido primario y bíblico que solía aplicar en varios de sus títulos para Sergio Leone. Aquí, aunque con otro director, hizo algo parecido. Como lo que se presentaba eran personajes que surgían de la nada, pueblos sin pasado y entornos sociales con apariencia de haber sido recién constituidos, el compositor llevó a la música las frases del Génesis que decían lo de "En el principio, creó Dios el Cielo y la Tierra; la Tierra era caos y confusión. Y luego creo al hombre". Bajo este precepto, el tema se inicia con sonoridades rudas y primitivas (la música de la Tierra silvestre), prosigue incorporando percusiones u otros instrumentos más convencionales (el origen de la vida) y acaba con el empleo de la voz humana y la orquestación (la aparición del hombre). Es entonces cuando comienza la historia. Y por ello, los instrumentos fueron lo menos convencionales posible y, a la vez, con las sonoridades más primarias: látigos, golpes de yunque, guitarras tocadas en sus registros más graves, campanas, aullidos, gritos, harmónica... todo aquello que evoca la idea del "origen del hombre" y, sobre todo, que dé un aire violento. Lo contrasta con la intervención de la hermosísima voz soprano de su inseparable Edda Dell´Orso y el resultado, entonces, es perfecto. Una vez hecho este inicio, desarrolla su creación con los característicos temas legendarios, dramáticos y también humorísticos.