Remake de la película de 1933 sobre el gorila gigante capturado en plena selva y trasladado, con fatídicas consecuencias, a la ciudad de Nueva York.
El escaso tiempo del que el compositor dispuso para escribir la banda sonora (tras el rechazo de la música de Howard Shore, quien aparece de todos modos en la película en una escena dirigiendo una orquesta) ha dado lugar a una partitura correctamente resuelta, pero que indudablemente hubiese resultado más notable de haber contado con mayor tiempo de realización. Se sustenta, básicamente, en dos motivos musicales -que no funcionan como leitmotifs- que se alternan y se combinan, pero que no expresan nada concreto, sino conceptos diversos.