Un hombre vive toda su vida trabajando como pianista a bordo de un trasantlántico que une América con Europa, sin pisar jamás tierra. Desde allí, será testigo de los acontecimientos históricos que se suceden.
Extensa partitura que combina lo romántico con toques de jazz y que tiene una destacada participación en la película, tanto dramática como argumentalmente. Esta banda sonora juega dos importantes papeles: por un lado, servir de conexión argumental; por otro, incidir en el tono épico-romántico del filme, de modo que sirve para expresar muchos de los sentimientos que el personaje protagonista, por su peculiar personalidad, calla. El compositor recurre para ello a una composición de euforia e intensidad crecientes, en la que destaca una melodía que es el eje central de la banda sonora y la pauta que se sigue en el transcurso del metraje, pues es la música que interpreta el pianista y que le hace famoso.
La abundancia de música –justificada tanto por la profesión del personaje como por la necesidad de reflejar las emociones del mismo- contribuye también a evitar en el espectador una sensación de claustrofobia, dado que la película transcurre íntegramente en un barco, ampliando así la dimensión espacial del filme.