La Tierra ha sido invadida por unas salvajes criaturas ciegas pero con un oído extraordinario. Cazan humanos. Una familia intenta sobrevivir sin hacer el más mínimo ruido. Durante años. Largos, larguísimos años. No saben cómo combatirlas. Solo pueden evitarlas. Pero si no hacen un solo ruido.
Artículo relacionado: Destruir el silencio
La decisión que se toma en la película -por intereses comerciales- de renunciar a su propia identidad y llenar de música aquellos espacios (los de la familia) donde lo único que importa es mantener el silencio hace que este filme ya no sea una experiencia terrorífica única para el espectador sino uno más de tantos filmes del género, con sus códigos habituales. Y lo que podía ser un filme de bandera, un pequeño clásico sustentado en la fuerza de una experiencia sensorial, acaba siendo una película rutinaria, convencional. Superior a la media en el cine contemporáneo, pero convencional.
No es mala música en sí la de Beltrami, sino arquetípica cuando no irrelevante y cuando no innecesaria. La estructura es la esperable: temas dramáticos para la familia y músicas de terror para el peligro y las propias bestias. Todo algo saturado y bastante confuso. Así, por ejemplo, se dan momentos algo ridículos por lo obvio, tales como cuando entra a explicar las emociones de los personajes, que son más que evidentes a ojo de cualquier espectador, y que por llevarlas a la música se solapan los sonidos que son los verdaderos protagonistas en el contexto. Podría resultar interesante si la perspectiva triste, derrotista, fuese siempre una mirada externa, pero en la perspectiva de los protagonistas no aporta relmente nada. La presencia de estas músicas dramáticas resta eficiencia a las que son hostiles, mucho más interesantes pero que no dan forma a nada y acaban siendo solo útiles para el susto y las impresiones inmediatas, no para representar el poder ni la amenaza de los monstruos. Y así, entre músicas intrusivas, músicas innecesarias y músicas confusas lo que podría haber sido una gran película acaba pareciéndose más a un buen telefilme.